Hoy es sábado 12 de abril. Trigésimo noveno día de Cuaresma.
Hoy es sábado, un día especial para prepararnos espiritualmente, para detenernos en medio del ajetreo de la semana y abrir el corazón al encuentro con Dios. Este día, aunque no celebremos una festividad eclesial específica, nos invita a reflexionar en el tiempo litúrgico que estamos viviendo.
Estamos todavía en el Tiempo de Cuaresma, un tiempo de reflexión, de renovación y de misión. La espera de la Resurrección de Cristo sigue siendo el centro de nuestra fe y nos recuerda que somos llamados a ser testigos de su amor y portadores de esperanza en el mundo.
Evangelio del día: Jn 11,45-57
En aquel tiempo, muchos judíos que habían venido a casa de María, al ver lo que había hecho Jesús, creyeron en él. Pero algunos acudieron a los fariseos y les contaron lo que había hecho Jesús.
Los sumos sacerdotes y los fariseos convocaron el Sanedrín y dijeron:
«¿Qué hacemos? Este hombre hace muchos signos. Si lo dejamos seguir, todos creerán en él, y vendrán los romanos y nos destruirán el lugar santo y la nación».
Uno de ellos, Caifás, que era sumo sacerdote aquel año, les dijo:
«Vosotros no entendéis ni palabra; no comprendéis que os conviene que uno muera por el pueblo, y que no perezca la nación entera».
Esto no lo dijo por propio impulso, sino que, por ser sumo sacerdote aquel año, habló proféticamente, anunciando que Jesús iba a morir por la nación; y no solo por la nación, sino también para reunir a los hijos de Dios dispersos.
Y aquel día decidieron darle muerte. Por eso Jesús ya no andaba públicamente entre los judíos, sino que se retiró a la región vecina al desierto, a una ciudad llamada Efraín, y pasaba allí el tiempo con los discípulos.
Se acercaba la Pascua de los judíos, y muchos de aquella región subían a Jerusalén, antes de la Pascua, para purificarse. Buscaban a Jesús y, estando en el templo, se preguntaban:
«¿Qué os parece? ¿Vendrá a la fiesta?».
Los sumos sacerdotes y fariseos habían mandado que el que se enterase de dónde estaba les avisara para prenderlo.
¡Palabra del Señor! ¡Gloria a Ti, Señor Jesús!
Enseñanzas de San Vicente de Paúl
Quien dice misionero, dice un hombre llamado por Dios para salvar a las almas; porque nuestro fin es trabajar por su salvación, a imitación de Nuestro Señor Jesucristo, que es el único verdadero redentor y que cumplió perfectamente lo que significa ese nombre amable de Jesús, que quiere decir salvador. Vino del cielo a la tierra para ejercer ese oficio, e hizo de él el objetivo de su vida y de su muerte, ejerciendo continuamente esa cualidad de salvador por la comunicación de los méritos de la sangre que derramó. Mientras vivió sobre la tierra, dirigió todos sus pensamientos a la salvación de los hombres, y sigue todavía con estos mismos sentimientos, ya que es allí donde encuentra la voluntad de su Padre. Vino y viene a nosotros cada día para eso, y por su ejemplo nos ha enseñado todas las virtudes convenientes a su cualidad de salvador. Entreguémonos, pues, a él, para que siga ejerciendo esta misma cualidad en nosotros y por medio de nosotros».
SVP XI, 762
Para la reflexión personal
El Evangelio de hoy nos pone frente a un momento crucial en la misión de Jesús: la decisión del Sanedrín de darle muerte. Esta decisión, aunque cargada de injusticia y temor humano, se convierte, en los designios de Dios, en el acto supremo de salvación para toda la humanidad. Lo que los líderes religiosos ven como una amenaza para su poder y estabilidad, Dios lo transforma en una oportunidad para reunir a todos los hijos dispersos, como señala San Juan en este texto.
En la cita de San Vicente de Paúl encontramos una invitación profunda: seguir el ejemplo de Jesús, el Salvador, que vino a la tierra no para buscar su propia gloria, sino para dedicar su vida entera a la salvación de los hombres. Jesús, como misionero por excelencia, orientó cada pensamiento, palabra y acción hacia la reconciliación de los hombres con Dios.
Hoy podemos preguntarnos: ¿Qué lugar ocupa en nuestra vida el ejemplo de Jesús como Salvador? ¿Estamos dispuestos a entregarnos para que Él siga actuando a través de nosotros, especialmente en nuestra misión de anunciar su amor al mundo?
El miedo que muestran los sumos sacerdotes y los fariseos refleja una actitud que podemos reconocer también en nuestra vida. A veces, por temor a perder el control, nuestras seguridades o nuestros planes, no permitimos que Dios actúe libremente en nosotros. Sin embargo, la misión de Jesús nos enseña que es precisamente en la entrega total y confiada donde encontramos la verdadera vida y la capacidad de ser instrumentos de salvación.
San Vicente de Paúl nos invita a vivir esta misión con un corazón generoso, dejándonos transformar por Jesús, para que Él pueda continuar su obra salvadora a través de nuestras acciones. Así como Jesús «dirigió todos sus pensamientos a la salvación de los hombres», también nosotros estamos llamados a hacer de nuestra vida una respuesta concreta al amor que hemos recibido.
La cruz, que parece ser el final del camino de Jesús, se convierte en el punto de partida de una nueva vida para todos. Hoy, a la luz del Evangelio, podemos renovar nuestra esperanza: incluso en las situaciones más difíciles, Dios tiene el poder de transformar la oscuridad en luz, la muerte en vida, y el rechazo en comunión.
Nos toca ser misioneros en nuestro entorno, llevando el mensaje de salvación y esperanza con valentía y humildad. Confiemos en que, aunque nuestras fuerzas sean limitadas, es Jesús quien sigue actuando a través de nosotros. Él nos llama, nos envía y nos acompaña.
Así que, como comunidad, renovemos nuestro compromiso: seamos discípulos misioneros que, en cada palabra y acción, reflejen al Salvador que sigue reuniendo a los hijos de Dios dispersos.
En oración, pidamos al Señor que nos ayude a vivir nuestra misión con alegría, y que nos conceda la gracia de ser signos vivos de su amor para quienes nos rodean.
Canción: Solo tú Espíritu (Ixcís)
Oración final
Señor Jesús,
hoy hemos escuchado tu Palabra,
y hemos sido testigos de tu amor infinito,
ese amor que te llevó a dar tu vida por nosotros
para reunirnos como hijos de Dios dispersos.
Nos invitas a seguir tus pasos,
a ser instrumentos de tu salvación en el mundo,
a llevar luz donde hay oscuridad,
y a sembrar esperanza donde reina el desánimo.
Por eso, hoy queremos comprometernos contigo:
A vivir como verdaderos discípulos misioneros,
anunciando con nuestras palabras y acciones
la Buena Nueva de tu amor.
A no temer las dificultades ni las críticas,
sabiendo que tú siempre caminas con nosotros.
Señor, ayúdanos a ser sembradores de unidad,
testigos de tu misericordia
y constructores de tu Reino en nuestro entorno.
Que podamos ver en cada persona
un hermano o una hermana que necesita de tu amor,
y que nuestras manos sean tus manos,
nuestros labios sean tus labios,
y nuestro corazón refleje el tuyo.
Te entregamos este compromiso, Señor:
que esta semana busquemos un gesto concreto
para ser misioneros de tu amor:
reconciliar, servir, escuchar o acompañar a alguien.
Que, como María, sepamos decir «Sí» con valentía,
y que tu Espíritu Santo nos impulse siempre
a vivir en fidelidad a tu llamado..
Amén.