Oración decimoctavo día de Cuaresma

Hoy es 11 de marzo, sábado de la 2ª semana de cuaresma. El evangelio de san Lucas nos recuerda la grandeza de Dios, Padre y Madre, que continuamente nos tiende sus manos aunque estemos con frecuencia tratando de separarnos de él. Siempre será un Padre y una Madre de acogida y de perdón. Esta lectura también nos enseña a estar atentos a nuestros hermanos, a saber ser misericordiosos con ellos, a saber acogerlos como Dios nos enseña y a celebrar con una fiesta el regreso a la Casa. También nos recuerda nuestra debilidad y la facilidad que tenemos para desviarnos de lo que nos une a los demás y a Dios, que en definitiva es la felicidad. Para ello comenzamos la oración reflexionando con esta canción.

CANCIÓN: En mi debilidad (Brotes de Olivo)

EVANGELIO DEL DÍA: Lc 15,1-3.11-32

En aquel tiempo, se acercaron a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo:
«Ese acoge a los pecadores y come con ellos».
Jesús les dijo esta parábola:
«Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre:
“Padre, dame la parte que me toca de la fortuna”.
El padre les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.
Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad.
Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a apacentar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada.
Recapacitando entonces, se dijo:
“Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros”.
Se levantó y vino adonde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos.
Su hijo le dijo:
“Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo”.
Pero el padre dijo a sus criados:
“Sacad enseguida la mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”.
Y empezaron a celebrar el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo.
Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
Este le contestó:
“Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud”.
Él se indignó y no quería entrar, pero su padre salió e intentaba persuadirlo.
Entonces él respondió a su padre:
“Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado”.
El padre le dijo:
“Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado”».

¡Palabra del Señor!; ¡Gloria a Ti, Señor Jesús!

TEXTO:

[El Papa Francisco comentó este Evangelio diciendo:]

«Jesús no describe a un padre ofendido y resentido, un padre que, por ejemplo, dice al hijo: “me las pagaras, ¡eh!”; no, el padre lo abraza, lo espera con amor. Al contrario, la única cosa que el padre tiene en su corazón es que este hijo esté ante él sano y salvo y esto lo hace feliz y hace fiesta».
El Papa aseguró que «la misericordia del padre es rebosante, incondicionada, y se manifiesta mucho antes que el hijo hable», quien sabe que se ha equivocado.
«El abrazo y el beso de su papá le hacen entender que ha sido siempre considerado hijo, no obstante todo. ¡Pero es hijo! Es importante esta enseñanza de Jesús: nuestra condición de hijos de Dios es fruto del amor del corazón del Padre; no depende de nuestros méritos o de nuestras acciones, y por ello nadie puede quitárnosla, ¡ni siquiera el diablo! Nadie puede quitarnos esta dignidad», afirmó.
Llevando al día a día la palabra, el Santo Padre dijo que «nos anima a no desesperarnos jamás». «Pienso en las mamás y en los padres preocupados cuando ven a sus hijos alejarse tomando caminos peligrosos. Pienso en los párrocos y catequistas que a veces se preguntan si su trabajo ha sido en vano. Pero pienso también a quien se encuentra en la cárcel, y le parece que su vida se ha terminado; a cuantos han realizado elecciones equivocadas y no logran mirar al futuro; a todos aquellos que tienen hambre de misericordia y de perdón y creen de no merecerlo…».
«En cualquier situación de la vida, no debo olvidar que no dejaré jamás de ser hijo de Dios, ser hijo de un Padre que me ama y espera mi regreso. Incluso en las situaciones más feas de la vida, Dios me espera, Dios quiere abrazarme, Dios me espera», añadió.
Pero también está el hijo mayor: «también él tiene necesidad de descubrir la misericordia del padre. Él siempre ha estado en casa, ¡pero es tan diferente del padre! Sus palabras no tienen ternura», explicó el Papa.
«No dice jamás “padre”, no dice jamás “hermano”, piensa solamente en sí mismo, se jacta de haber permanecido siempre junto al padre y de haberlo servido; a pesar de ello, jamás ha vivido con alegría esta cercanía», señaló.

Seamos como el Hijo Pródigo que quiere abrazar al Padre. Álvaro de Juana, ACIprensa.

REFLEXIÓN PERSONAL:

¿Qué impresión me causa la parábola del padre-madre misericordioso? ¿Qué mensaje me deja a mí hoy? ¿En qué circunstancias actúo de la misma manera que el hijo menor? ¿Cuántas veces le he dicho a Dios, «Padre estás muerto para mí, dame lo que me pertenece y no te necesito»? ¿Cuántas veces le he dicho al Padre, «yo puedo solo, yo quiero hacer las cosas a mi manera»?
¿Cuántas veces me ha perdonado Dios? Él está esperando siempre, ansioso por verme, para correr hacia mí y perdonarme. Ansioso por ponerme el anillo para que siga siendo parte de su gran familia. ¿Quiero ser perdonado?
¿En qué ocasiones he sido como el hijo mayor? ¿Cuántas veces he juzgado a otros porque son pecadores? ¿Cuántas veces pienso que porque estoy en la iglesia, porque estoy en grupos de oraciones, porque sigo los mandamientos, porque rezo, porque voy a misa… merezco algo de Dios? ¿Pienso que los «otros» son pecadores porque no buscan a Dios como yo? ¿Qué se puede hacer y cómo actuar en esas circunstancias? ¿Con cuál de los dos hijos me identifico más a la hora de relacionarme con Dios?

En estos días de cuaresma, ¿qué debo hacer para tomar conciencia de mi situación personal y así levantarme y volver a los brazos de mi Dios-Padre-Madre?

CANCIÓN: Padre y madre (Brotes de Olivo)

ORACIÓN FINAL:

Señor Jesús, dame la sencillez y la humildad para agradecer cada día la oportunidad de ser hijo tuyo, que contínuamente me siento perdonado.
Señor Jesús, dame también la fuerza y la cordura para callarme antes de juzgar a mi hermano y mi hermana, y al igual que nuestro Padre-Madre-Dios, sepa tener brazos abiertos de acogida y de perdón.

Amén.

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