Oración decimoctavo día de Cuaresma

Hoy es 6 de marzo. De camino hacia la Pascua nos encontramos con un bello pasaje del Evangelio. La parábola del hijo pródigo o de los hijos.
Es un texto que nos llena de esperanza y seguridad, Dios siempre nos perdona; solo nos pide que volvamos a Él y reconozcamos nuestros fallos.
Como Padre bueno, siempre nos espera.

EVANGELIO DEL DÍA: Lc 15,1-3.11-32

«En aquel tiempo, se acercaron a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: “Ese acoge a los pecadores y come con ellos.
Jesús les dijo esta parábola: Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: ‘Padre, dame la parte que me toca de la fortuna’. El padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.
Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a apacentar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada. Recapacitando entonces, se dijo: ‘Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros’.
Se levantó y vino a donde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos. Su hijo le dijo: ‘Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo’. Pero el padre dijo a sus criados: ‘Sacad enseguida la mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado’. Y empezaron a celebrar el banquete. Su hijo mayor estaba en el campo.
Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. Este le contestó: ‘Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud’. Él se indignó y no quería entrar, pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Entonces él respondió a su padre: ‘Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado’.
El padre le dijo: ‘Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido y lo hemos encontrado’”».

¡Palabra del Señor!; ¡Gloria a Ti, Señor Jesús!.

TEXTO ENCÍCLICA:

«Cuando el corazón asume esa actitud, es capaz de identificarse con el otro sin importarle dónde ha nacido o de dónde viene. Al entrar en esta dinámica, en definitiva, experimenta que los demás son “su propia carne” (Is 58,7)».

Fratelli Tutti, nº 84

REFLEXIÓN PERSONAL:

El hijo pródigo, reconoce su pecado, recuerda su casa, a su padre y decide volver. Nosotros con mucha frecuencia somos como el hijo pródigo, nos alejamos de Dios, pecamos. Con esta parábola, Jesús nos enseña que tenemos que reconocer nuestro pecado y pedir perdón. Dios como Padre bueno nos espera y perdona.
Hoy nos vamos fijar en el hijo mayor de la parábola, todos sabemos que no le gustó que su padre perdonara a su hermano, tuvo envidia, él se sentía mejor, más bueno. Con frecuencia nosotros nos parecemos a él, nos creemos que somos mejores que los demás y hasta tenemos envidia. Jesús hoy nos enseña que debemos ser generosos y perdonar y sobre todo, alegrarnos con los triunfos de los otros.
Un Padre que se alegra de la vuelta de su hijo, no le recrimina lo malo que ha hecho; sólo le importa su regreso, recuperarlo. Él nos enseña que en el corazón de un cristiano no cabe ni la envidia ni el rencor y esa es la actitud que tenemos que tener en el día a día.

CANCIÓN:

“Volveré” (Joaquín Madurga)

ORACIÓN FINAL:

¿Nos sentimos a veces como el hijo pródigo?

Mi corazón te busca, mi corazón desea estar contigo
y no descansa hasta que Tú seas el centro de mi vida.
Mi corazón y mi ser entero gritan junto a ti de alegría,
la alegría de mi corazón joven, eres tú Dios de la vida.
¡En tus manos de Padre, he encontrado calor,
Señor y Dios mío!
¡En tus manos de Padre, he encontrado acogida y perdón,
Señor, Dios Mío!

Entrada anterior
Oración decimoséptimo día de Cuaresma
Entrada siguiente
Oración decimonoveno día de Cuaresma