Hoy es martes 12 de marzo, vigesimoctavo día de Cuaresma.
Abro mi ser y dejo que la Paz de Dios y la Luz del Espíritu me inunden, para que mi corazón entre en diálogo con Él y con el mensaje que hoy me quiere revelar desde su Palabra para que ilumine las oscuridades que a veces me ciegan…
Evangelio del día: Jn 5,1-3.5-16
Era el día de fiesta de los judíos, y Jesús subió a Jerusalén. Hay en Jerusalén, junto a la Probática, una piscina que se llama en hebreo Betsaida, que tiene cinco pórticos. En ellos yacía una multitud de enfermos, ciegos, cojos, paralíticos, esperando la agitación del agua. Había allí un hombre que llevaba treinta y ocho años enfermo. Jesús, viéndole tendido y sabiendo que llevaba ya mucho tiempo, le dice: «¿Quieres curarte?». Le respondió el enfermo: «Señor, no tengo a nadie que me meta en la piscina cuando se agita el agua; y mientras yo voy, otro baja antes que yo». Jesús le dice: «Levántate, toma tu camilla y anda». Y al instante el hombre quedó curado, tomó su camilla y se puso a andar. Pero era sábado aquel día. Por eso los judíos decían al que había sido curado: «Es sábado y no te está permitido llevar la camilla». Él le respondió: «El que me ha curado me ha dicho: ‘Toma tu camilla y anda’». Ellos le preguntaron: «¿Quién es el hombre que te ha dicho: ‘Tómala y anda?’». Pero el curado no sabía quién era, pues Jesús había desaparecido porque había mucha gente en aquel lugar. Más tarde Jesús le encuentra en el Templo y le dice: «Mira, estás curado; no peques más, para que no te suceda algo peor». El hombre se fue a decir a los judíos que era Jesús el que lo había curado. Por eso los judíos perseguían a Jesús, porque hacía estas cosas en sábado.
¡Palabra del Señor! ¡Gloria a Ti, Señor Jesús!
Enseñanzas de San Vicente de Paúl
Las obras de Dios tienen su momento; es entonces cuando su Providencia las lleva a cabo, y no antes ni después. El Hijo de Dios veía cómo se perdían las almas y, sin embargo, no adelantó la hora que se había ordenado para su Venida. Aguardemos con paciencia y actuemos y, por así decir, apresurémonos lentamente en la solución de (…) los asuntos.
SVP V, 374
Para la reflexión personal
Jesús se preocupa por los excluidos, abandonados por la sociedad y la clase religiosa por considerarles “impuros”. El ciego lleva demasiado tiempo esperando la solidaridad para curarse, y eso que está en una piscina del templo: la Ley no ha calado en los corazones ni de los creyentes, ni entre los mismos enfermos que fiándose de una antigua creencia, buscan cada quien salvarse el primero. El número 38 alude a una generación completa (cf. Dt 2, 14) incapaz de ver y transmitirle Rostro Misericordioso del Padre Bueno, empecinada en una religiosidad leguleya de corazón vacío. Por ello Jesús le hace ver la luz al ciego en el Sabat: por Misericordia, Solidaridad y Gratuidad, trascendiendo las supersticiones y leyes carentes de Amor; la enfermedad no es un castigo de Dios, sino la ocasión para que se manifieste la Gloria y la Presencia del Reino de Dios, del Tiempo de la salvación, y ¿cuándo mejor que en el mismo día dedicado al Señor?. En este sentido, San Vicente De Paúl entiende el Tiempo de Dios: actuar como Jesús, cuando Dios mueve a ello, atento a los signos en los que Dios se manifiesta y llama, sin apresurarnos en un activismo desmedido, pero sin detenernos rayando casi la omisión; “sin prisas pero sin pausas”, “apresurarse lentamente”.
Canción: Bartimeo (Martín Valverde)
Oración final
Porque, Señor, yo te he visto y quiero volverte a ver, quiero creer (…).
Están mis ojos cansados, de tanto ver luz sin ver;
por la oscuridad del mundo, voy como un ciego que ve.
Tú,que diste vista al Ciego, y a Nicodemo también,
filtra en mis secas pupilas dos gotas frescas de Fe.
Porque, Señor, yo te he visto y quiero volverte a ver, quiero creer.
Amén.