Hoy es 18 de marzo, tercer sábado de Cuaresma. En el Evangelio de hoy, Jesús nos ofrece dos modelos de vida cristiana. La del fariseo (arrogante) y la del publicano (condición de pecador y pide la conversión).
Las personas que practicamos nos creemos mejores que los demás y no es así, por eso ¿a cuál nos parecemos nosotros?
EVANGELIO DEL DÍA: Lc 18,9-14
En aquel tiempo, dijo Jesús esta parábola a algunos que confiaban en sí mismos por considerarse justos y despreciaban a los demás: «Dos hombres subieron al templo a orar. Uno era fariseo; el otro, publicano. El fariseo, erguido, oraba así en su interior:
“Oh, Dios!, te doy gracias porque no soy como los demás hombres: ladrones, injustos, adúlteros; ni tampoco como ese publicano. Ayuno dos veces por semana y pago el diezmo de todo lo que tengo”.
El publicano, en cambio, quedándose atrás, no se atrevía ni a levantar los ojos al cielo, sino que se golpeaba el pecho diciendo: “Oh, Dios, ten compasión de este pecador”.
Os digo que este bajó a su casa justificado, y aquel no. Porque todo el que se enaltece será humillado, y el que se humilla será enaltecido».
¡Palabra del Señor!; ¡Gloria a Ti, Señor Jesús!
TEXTO:
En el capítulo número cuatro del texto «La sinodalidad en la vida y en la Misión de la Iglesia» trata la conversión para una sinodalidad renovada. Siendo una actitud esencial en el diálogo sinodal la humildad, que propicia la obediencia de cada uno a la voluntad de Dios y la recíproca obediencia en Cristo.
Discípulos en Misión
REFLEXIÓN PERSONAL:
Jesús nos muestra una visión de su tiempo, con esta parábola del fariseo y el publicano, que había personas que se consideraban justas y que despreciaban a los demás porque los consideraban ignorantes e infieles.
Dios nos quiere decir que reconocernos pecadores es el primer paso para el encuentro con Él mismo, el primer paso hacia la felicidad.
Jesús, en esta parábola, nos muestra nuevamente la actitud del verdadero Dios que es Padre, amigo, que es un Dios comprensivo, que tiene compasión del pequeño y del humilde y que siempre nos da una segunda oportunidad. Es por eso que necesitamos humildad para reconocer nuestros límites y nuestros errores, a fin de poder formar verdaderamente «un solo corazón y una sola alma».
CANCIÓN: Orar. Tu misericordia (Salomé Arricibita)
ORACIÓN FINAL:
Te pedimos, Señor, que la relación contigo no se limite sólo a normas y preceptos que nos impidan vivir la ley del amor.
Aparta de nuestros corazones el querer considerarnos justos y mejores que nuestros hermanos y concédenos que podamos estar frente a Ti, reconociéndonos como pecadores pero que nos abraces con tu infinita misericordia.
Amén.