Oración decimosexto día de Cuaresma

Hoy es jueves, 9 de marzo. Busco un lugar donde poder encontrarme con el Señor. Dejo a un lado prisas y agobios y me abro a la presencia de Jesús que quiere hacerse presente de una manera especial. Abro mi corazón y permanezco atento a su mensaje.

EVANGELIO DEL DÍA: Lc 16,19-31

En aquel tiempo, dijo Jesús a los fariseos:
«Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que caía de la mesa del rico.
Y hasta los perros venían y le lamían las llagas.
Sucedió que murió el mendigo, y fue llevado por los ángeles al seno de Abrahán.
Murió también el rico y fue enterrado. Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantó los ojos y vio de lejos a Abrahán, y a Lázaro en su seno, y gritando, dijo: “Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas”.
Pero Abrahán le dijo: “Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en tu vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso ahora él es aquí consolado, mientras que tú eres atormentado.
Y, además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que los que quieran cruzar desde aquí hacia vosotros no puedan hacerlo, ni tampoco pasar de ahí hasta nosotros”.
Él dijo: “Te ruego, entonces, padre, que le mandes a casa de mi padre, pues tengo cinco hermanos: que les dé testimonio de estas cosas, no sea que también ellos vengan a este lugar de tormento”.
Abrahán le dice: “Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen”.
Pero él le dijo: “No, padre Abrahán. Pero si un muerto va a ellos, se arrepentirán”.
Abrahán le dijo: “Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no se convencerán ni aunque resucite un muerto”»
.

¡Palabra del Señor!; ¡Gloria a Ti, Señor Jesús!

TEXTO:

Sin compromiso transformador a favor de un mundo más humano no hay Iglesia de Dios en la que nos reconozcan como Buena Noticia a la manera del Evangelio.

El laicado con la sinodalidad de fondo. G. Otalora.

REFLEXIÓN PERSONAL:

Resulta interesante descubrir que el rico de la parábola no tiene nombre. Y el mismo Abraham dice en ella que «existe un abismo inmenso entre tú y nosotros que no se puede cruzar». Es el abismo que el rico puso en su vida y sigue poniendo. Es un abismo que incapacita para el encuentro.
Este es el desafío de la parábola hoy: identificarse con el rico sin nombre que dedicó su vida a mirar hacia otro lado, sin preocuparse del dolor ajeno y preocupado por pasarlo bien. Es momento de plantearse cuáles son los abismos que he ido excavando: incomunicación, desencuentro, aislamiento.
Ponles nombre a tus abismos. ¿A quién has decidido excluir de tu vida? ¿A quién has decidido que no quieres ver más? ¿De quién reniegas? ¿A quién rechazas? Ese será tu lugar de sufrimiento y tormento que elegimos al levantar muros y alejarnos.
Y, al lado, el pobre. Maltratado por la vida y por la indiferencia, no ha perdido su dignidad. Esa dignidad que se expresa en tener nombre: Lázaro. Esa dignidad nos hace sentirnos hermanos, vivir en compañía, que nos permite oír las voces y gritos de otros, pero también sus risas y alegrías. ¿Cómo vives la fraternidad? ¿Qué voces escuchas a tu alrededor? ¿Estás atento a las necesidades de otros?
Infierno y cielo son solo dos estados. ¿Cuánto de infierno y soledad hay en mí? ¿Cuánto de cielo, de compañía, de encuentro y fraternidad?

CANCIÓN: Y pienso que soy cristiano (Brotes de Olivo)

ORACIÓN FINAL (Michel Quoist):

Tu evangelio es terrible Cristo, he oído predicar tu Evangelio a un sacerdote que vivía el Evangelio.
Los pequeños, los pobres, quedaron entusiasmados; los grandes, los ricos, salieron escandalizados, y yo pensé que bastaría predicar sólo un poco el Evangelio para que los que frecuentan las iglesias se alejaran de ellas y para que los que no las frecuentan las llenaran.
Yo pensé que era una mala señal para un cristiano el ser apreciado por la «gente bien».
Haría falta (creo yo) que nos señalaran con el dedo tratándonos de locos y revolucionarios.
Haría falta (creo yo) que nos armasen líos, que firmasen denuncias contra nosotros,
que intentaran quitarnos de en medio.
Esta tarde, Señor, tengo miedo, tengo miedo porque sé que tu Evangelio es terrible: es fácil oírlo predicar, es todavía fácil no escandalizarse de él, pero vivirlo… vivirlo es bien difícil.

Amén.

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