Oración Sábado Santo

Hoy, Jesús está en el sepulcro. Dios guarda silencio, un silencio que contiene esperanza. Hoy es un día de admiración, de contemplación. La Iglesia permanece en vela esperando la victoria sobre la muerte. María nos acompaña, es la Madre de la esperanza, acompañémosla en su soledad y esperando el regreso de su Hijo. Que con ella aprendamos a decir «Aquí estoy Señor, que se haga en mí tu voluntad».
Jesús convoca al encuentro, llama a seguirlo, abre el camino a la vida nueva. Estamos destinados a vivir cada día una pasión, una muerte y una resurrección. La Pascua está cerca, llega la hora, es tiempo de decisiones y de convicciones firmes. Pidamos ser fieles, cerca de la cruz, fuertes en la fe, firmes en la esperanza y activos en el amor. Que se cumplan tus planes de Vida en toda la humanidad.

«YO MISMO ABRIRÉ VUESTROS SEPULCROS» (Ez 37,12-14)

El profeta está hablando de una manera metafórica. Pero anuncia el cumplimiento de la mayor esperanza humana, la victoria sobre la muerte. El Dios que nos sacó de la nada nos puede también sacar de la tumba. Es la fuerza de su amor, la fuerza de su Espíritu, que todo lo crea y todo lo recrea. Podemos cantar el himno de victoria más importante. Ya nadie va a morir del todo, porque Dios puede abrir nuestros sepulcros.

NUESTROS SEPULCROS

No debemos pensar sólo en la muerte biológica. Hay muchas maneras de morir antes de esa muerte. Cada uno puede conocer su sepulcro o la parte de sepulcro que está preparando. Porque en estas muertes se pueden dar grados. Hay personas vivas tocadas de muerte, las hay casi muertas, las hay más muertas que vivas. Hay gente muerta que vive, aún se mueve, aún respira. Hay personas que viven en sepulcros y sombras de muerte. Hay «vivos» que se fingen muertos. Hay muertos que se fingen vivos.

El sepulcro del egoísmo:

El ego es nuestro principal sepulcro. Todo lo que significa culto al yo, todo tipo de egolatría, narcisismo e individualismo. Es la incapacidad para la relación abierta y generosa. Es el corazón solitario, «que no es un corazón». El que se encierra en sí mismo, se asfixia, se muere. En el fondo es el sepulcro del no-amor. Lo sabemos: todo el que no ama está muerto. El que no ama, no vive, no es.

El sepulcro de la rutina:

Fácilmente nos acostumbramos a lo de siempre, empezamos a ser conservadores, porque resulta más cómodo. Empezamos a perder fuerza, capacidad de renovación, de conquista. La tibieza. Terminamos por perder la ilusión y esperanza. Es la muerte.

El sepulcro del miedo:

a no te fías. Quizá has sufrido muchos desengaños y no pocos fracasos. Has perdido confianza en la vida, en la gente, en ti mismo. Empiezas a ser pesimista y ver siempre los aspectos negativos de todo. Tienes miedo a cambiar, de iniciar una nueva relación, un nuevo proyecto, una nueva conquista. En el fondo estás perdiendo la fe. Fe en ti mismo, fe en los otros, fe en la vida, fe en Dios. Y si expulsamos la fe de casa, por la puerta que sale se nos cuela el miedo.

El sepulcro de la tristeza:

La tristeza viste el alma de crespones negros. Si nos contagiamos de tristeza, palidece la vida, empieza el otoño. Si se apodera la tristeza, perdemos la comunión con la vida. La vida no es un placer, se convierte en una carga, una losa insuperable. Es la muerte.

Tantos sepulcros:

Podríamos referirnos a los sepulcros de la violencia, xenofobia, del consumismo desenfrenado, de la ignorancia, del paro, de la cárcel, de otras faltas de libertades. De enfermedades crónicas. Podríamos referirnos, también, al sepulcro gigantesco y vergonzoso de la miseria, provocada por la injusticia y la insolidaridad. Todos los sepulcros que construyen nuestros pecados. ¿Quién nos librará de nuestros sepulcros?

«¡Pobre de mí! ¿Quién me librará de este cuerpo que me lleva a la muerte? ¡Gracias sean dadas a Dios por Jesucristo nuestro Señor» (Rm 7,24-25)

¿Quiero salir de mis sepulcros para celebrar la Pascua?
¿Soy capaz de identificar cuáles son?
¿Puedo ayudar a otras personas a salir?

Oración

El Señor resurge de la tierra, convertida en sepulcro.
Dios preserva a su Inocente, Dios protege a su Humillado,
Dios libera a su Hijo asesinado.
Triunfa la inocencia que eres, Jesús; triunfa tu vida.
Sí, triunfas, surges, eres luz, vives.
Esta Resurrección tuya es un acontecimiento concedido a la comunidad
para la alegría y el gozo.
Cristo vive. Nuestro hombre viejo ha muerto en nosotros; hemos llegado a la orilla de la libertad.
Cristo, vives; nosotros también vivimos contigo.
Vives, Señor, no estás muerto. Vives en Dios, tu Padre.
Vives en cada uno de los que te aman y siguen tu camino.
Vives, Señor. Vives en la justicia y en la bondad de todos los justos de la tierra. ¡Vives, no estás muerto! La vida no se puede matar;
la vida es más fuerte que la muerte.
Tu muerte, Jesús, es el triunfo sobre todos los que matan. Enséñanos a proteger y cultivar contigo la vida, ofreciendo a todos en nuestras manos bondad, pan y ternura. ¡Vives, Señor, ¡no estás muerto!
Queremos ser testigos de Alguien que vive.

Entrada anterior
Oración Viernes Santo
Entrada siguiente
Oración Domingo de Resurrección