Hoy es 27 de marzo, cuarto domingo de cuaresma o del Laetare. Hacemos hoy un alto en el camino penitencial de la Cuaresma para recordar que el Amor de Dios es misericordia hasta el final; es esos brazos permanentemente abiertos de un Padre que nos da la libertad y que siempre nos espera.
«Alégrate, Jerusalén, y que se reúnan cuantos la aman. Compartan su alegría los que estaban tristes, vengan a saciarse con su felicidad».
EVANGELIO DEL DÍA: Lc 15,1-3.11-32
«En aquel tiempo, se acercaron a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: “Ése acoge a los pecadores y come con ellos”.
Jesús les dijo esta parábola:
“Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: ‘Padre, dame la parte que me toca de la fortuna’.
El padre les repartió los bienes.
No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente.
Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada.
Recapacitando entonces, se dijo:
‘Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros’.
Se levantó y vino a donde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos.
Su hijo le dijo: ‘Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo’.
Pero el padre dijo a sus criados:
‘Sacad en seguida la mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado’.
Y empezaron a celebrar el banquete.
Su hijo mayor estaba en el campo.
Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello.
Este le contestó:
‘Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud’.
El se indignó y no quería entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo.
Entonces él respondió a su padre:
‘Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado’.
El padre le dijo:
‘Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado’”».
¡Palabra del Señor!; ¡Gloria a Ti, Señor Jesús!
TEXTO VICENCIANO:
«Los miembros de Misevi viven una vida de Cristo:
- Renuevan y profundizan su experiencia personal de amor a Dios y al Cristo viviente.
- Conocen la base de la dignidad humana.
- Están formados para tener una conciencia moral correcta.
- Tienen una buena comprensión de la moral cristiana, con un enfoque en la enseñanza social de la iglesia.
- Tienen una comprensión clara de los problemas que desafían la moral cristiana en nuestra sociedad moderna y en la cultura actual».
Discípulos en Misión 4.1.4.
REFLEXIÓN PERSONAL:
A veces creo que el amor me da derecho a apropiarme del ser amado. Pero Dios me demuestra que esto no debe ser así. El amor verdadero regala libertad; la regala incluso aunque implique el riesgo de la separación, de elegir caminos erróneos, de caer en la levedad y en la perdición de todo lo construido.
Así es el Amor del Padre. Por eso, no sólo me deja ir sino que además me espera impacientemente y con los brazos abiertos; promueve una fiesta tras mi regreso; nos instruye para comprender que hay tantas formas de resucitar como las hay de morir.
Hoy es momento de compartir la alegría, porque la tristeza siempre desaparece ante la misericordia inconmensurable que abraza a toda la Creación.
CANCIÓN: Hijo Pródigo (Hermana Glenda)
ORACIÓN FINAL:
Señor, qué seca se vuelve la vida cuando me alejo de ti.
Qué falsas mis ilusiones de felicidad, haciendo mal uso de todo aquello que me has regalado.
Que desconsuelo ver cuando reina el conflicto y la sinrazón.
Bendito el arrepentimiento y la enmienda del camino que me conducen a ti de nuevo.
Gracias por estar ahí, con tu mirada infinita puesta en mí, esperando mi regreso.
Gracias por tu abrazo, por tus besos, por el sacrificio de tu Hijo para mi Salvación.
Amén.