Imposible callar…
Hoy Viernes Santo, vamos a guardar un hueco en recuerdo de Dios, que hoy muere delante de nuestros ojos.
Nosotros nos sabemos el final de la historia, ya tenemos un «spoiler» de siglos en que nos contaron que a los tres días se abrió la piedra del sepulcro y aquel que murió en la cruz se levantó de entre los muertos y vive hoy entre nosotros.
Pero… intenta por un momento pensar en quienes se encontraban allí, viendo la dantesca imagen de ese hombre desnudo colgando de un madero, un amasijo de carne y sangre, coronado de espinas, escupido, vejado, clavado… ¿te imaginas ser uno de los espectadores?
Hoy nuestra oración partirá de la boca de los que allí estuvieron, de sus testigos directos, los que vimos morir a Dios…
¿Tienes dudas?, será duro, difícil, siempre ha sido mejor leerlo que pensarlo ¿no te atreves a ver hoy al Dios muerto que todos vieron? Coloca una cruz en casa, enciende unas velas, abre tu vieja biblia manoseada, mientras oyes esta canción…y ponte en su presencia en el nombre del Padre… del Hijo… y del Espíritu Santo.
Longinos
«Longinos es un centurión romano, el Cesar lo destina a Jerusalén a vigilar a esas tribus judías ruidosas y molestas que no dejan al Imperio gobernar la vieja Palestina en paz. A él la historia de este alborotador ni le va ni le viene, no comprende bien tanta inquina pero no le causa la más insignificante preocupación que lo cuelguen de la cruz. Él solo tiene que vigilar que la cosa no se salga de madre, allí apoyado en su lanza. Y piensa… muerto el tipo, se acabará el alboroto y me iré a descansar».
¿Es Dios en ocasiones una rutina más del día? ¿Me pongo delante de él por norma sin realmente levantar la mirada a verlo?
El pasotismo, la dejadez, la falta de interés, el olvido, el cumplir para pasar rápido el esfuerzo…en ocasiones queremos terminar ya con ese trabajo sin pararnos a ver que tenemos a Dios mismo delante en todo lo que hacemos.
«Longinos es llamado por su superior, en medio de su rutina, observa que el reo ha muerto, y mientras se levanta una estruendosa tormenta, le ordenan abrir el costado del que llaman el Nazareno. Al clavar su lanza en su costado brota Sangre y Agua, que le salpica el rostro al tiempo que tiembla la tierra y se rasga el cielo por un rayo. “Verdaderamente este era el hijo de Dios” exclama».
Longinos descubre la novedad de Dios, una mezcla de miedo y locura. Nosotros debemos descubrir cada día en nuestra rutina laboral o familiar la novedad de Dios. No hace falta que descubramos y sepamos todo de Él, pues seriamos Dios mismo si conocemos todos sus misterios, y no hace falta andar continuamente preguntándonos por el sentido de sus gestos. Pero debemos seguir dejándonos sorprender por Dios, dejándonos bañar por sorpresa de su Sangre y Agua, seducidos por las señales de su existencia en lo cotidiano.
Si un día no crees entender, nada, no saber nada de Dios, déjate sorprender…
Lo que sentimos un día, aquella sorpresa de descubrir a Dios en aquel momento, en aquella persona, en aquel instante. ¿Lo recuerdas?… ¿fue esa mezcla de miedo y locura? No hace falta conocer toda su historia, solo basta con caminar en la vida a conocerlo, para enseñarte a quererle…con más sumas que restas.
Tiempo de reflexión
Dimas, el buen ladrón
«Dimas era un ladrón reincidente, le daba igual delinquir contra el Imperio que contra el templo, era conocido y buscado desde hace tiempo, un delincuente que no dudaba en quitar la vida de quien se cruzase en su camino. Su camino no fue fácil, no tuvo sitio en el mundo desde que nació, su sino era buscarse así la vida porque nunca tuvo ni la suerte ni estuvo en el sitio correcto. Pensaba que solo le quedaba sitio entre los que hacían el mal. En su imagen ruda y temible era un ser lleno de miedos».
¿Cuáles son tus miedos? ¿Encajas en este mundo?
«Dimas se vio detenido, condenado a muerte en una cruz clavado, a su lado uno de sus secuaces, Gestas, y un supuesto alborotador que se cree Dios. Su compañero increpa al reo, ¡sálvanos!»
¿Cuántos Dimas y Gestas conoces?, ponlos ahí clavados en su cruz, míralos, ¿Les hablas de la misericordia de Dios?
«Dimas entonces abre los ojos, entiende que la vida hubiera sido distinta viviendo con lo que tiene, dándose a los demás. La alegría es vivir con lo que se tiene, sin pensar solo en uno mismo y sus miedos. “No ves que éste no ha hecho daño a nadie”.
El desconocido reo, vuelve su rostro y le exclama “Hoy estarás conmigo en el paraíso”».
Ayuda a Cristo a prometer el paraíso a tantos Dimas y Gestas del mundo, es tu misión.
Tiempo de reflexión
María Magdalena
María nunca encontró nadie que la amase de verdad, que la tocase con el más mínimo cariño, María jamás encontró con quien descansar, reír o llorar. Llevaba toda la vida intentando satisfacer a los demás, prestando su cuerpo y su piel a cambio de nada. Sentía que todos la miraban pero nadie la veía.
¿Quién quería de verdad conocer a María? ¿Te has sentido como María alguna vez, dándote al resto de gente sin recibir nada?
«En los días fríos, María no tuvo nadie para darle calor, en los demonios que María guardaba dentro nadie miraba, María era fachada, María era de barro, un leve golpe y se partiría en mil pedazos.
Jesús supo mirar en el interior de María, penetrar con sus ojos en ese corazón oscuro, hacerla mujer, darle vida a un cuerpo sin alma, supo darle el amor que necesitaba en un pecho harto de darse mientras se congelaba».
¿Dónde están tus demonios interiores? ¿Dejas entrar ahí a Dios? ¿Ayudas a Dios a descongelar los corazones de los demás? ¿Cómo penetran los ojos de Dios en ti?
«Cuando María vio marchar a Jesús en la cruz, notó que se le iba el mundo, pero el calor que le había dejado, ya nunca jamás se iría y pese a sus dudas…recibió tres días después la lección».
Tiempo de reflexión
Oración final
Contemplo, Señor, el árbol de tu cruz.
El que se extiende hacia Dimas, «el buen ladrón».
Gracias, Señor, por la cruz en el que nos ofreces tu perdón a todos los «malagentes» o simplemente a todos los debiluchos que andamos por la vida con tal de que tengamos un día la gracia de arrepentirnos.
Gracias porque gracias a la cruz, consigues llenar el cielo de Magdalenas, Zaqueos y demás ovejas perdidas.
Admiro la omnipotencia del árbol de la cruz que ha logrado el milagro de que pronunciemos como si tal cosa, expresiones como: «buen ladrón», que es ni más ni menos que yo.
¡Bendita sea la fuerza de tu Cruz!
Con ella nos arrancarás un día de nuestro pecado o de nuestra mediocridad y nos llevarás contigo al Paraíso.
Amén.