Hoy es sábado 20 de febrero. Entramos en intimidad con Dios y recordamos que la Cuaresma es un tiempo privilegiado para estar con Jesús, compartir la comida con Él y con los que están con Él: los pobres, los pecadores… Porque también nosotros participamos de esa pobreza y de ese pecado.
EVANGELIO DEL DÍA: Lc 5,27-32
«En aquel tiempo, vio Jesús a un publicano llamado Leví, sentado al mostrador de los impuestos, y le dijo: “Sígueme”. Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció en su honor un gran banquete en su casa, y estaban a la mesa con ellos un gran número de publicanos y otros. Y murmuraban los fariseos y sus escribas diciendo a los discípulos de Jesús: “¿Cómo es que coméis y bebéis con publicanos y pecadores?” Jesús les respondió: “No necesitan médico los sanos, sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores a que se conviertan”».
¡Palabra del Señor!; ¡Gloria a Ti, Señor Jesús!
TEXTO ENCÍCLICA:
«El aislamiento y la cerrazón en uno mismo o en los propios intereses jamás son el camino para devolver esperanza y obrar una renovación, sino que es la cercanía, la cultura del encuentro. El aislamiento, no; cercanía, sí. Cultura del enfrentamiento, no; cultura del encuentro, sí».
Fratelli Tutti, nº 30.28
REFLEXIÓN PERSONAL:
Jesús, al mirar a Leví, le cambió su vida para siempre… Hoy también te mira a ti… Mírale y escúchale. Jesús te mira aquí y ahora sin juzgarte, ajeno a los ruidos de este mundo, donde se prejuzga con tanta facilidad. Con esta misma mirada intentaba Vicente de Paúl mirar a los pobres y descubrir en ellos el rostro de Jesús, sin críticas. La conversión significa esto: no darnos golpes de pecho, sino abrir nuestro corazón a los demás, invitarles a nuestra mesa y sentirnos partícipes de la misma misión desde esa cultura del encuentro, del vínculo, de la Fraternidad.
CANCIÓN:
ORACIÓN FINAL:
Señor, que vea… que vea tu rostro en cada esquina. Que vea reír al desheredado, con risa alegre y renacida. Que vea encenderse la ilusión en los ojos apagados de quien un día olvidó soñar y creer. Que vea los brazos que, ocultos pero infatigables, construyen milagros de amor, de paz, de futuro. Que vea oportunidad y llamada donde a veces sólo hay bruma. Que vea cómo la dignidad recuperada cierra los infiernos del mundo. Que en otro vea a mi hermano, en el espejo, un apóstol y en mi interior te vislumbre. Porque no quiero andar ciego, perdido de tu presencia, distraído por la nada… equivocando mis pasos hacia lugares sin Ti. Señor, que vea…que vea tu rostro en cada esquina.
J. M.ª Rodríguez Olaizola