Hoy es viernes 8 de marzo, primer viernes de Cuaresma, y en el, la Palabra de Dios nos invita a vivir el ayuno que Dios quiere, al ayuno que prepara la fiesta, el encuentro con el Señor y el compartir con los hermanos. Hoy como discípulos misioneros del Señor nos planteamos qué ayuno nos pide el Señor, de qué obras del hombre viejo tengo que abstenerme para volver a lo esencial, de que tengo que liberarme frente al consumismo, para vivir los valores evangélicos, para abrirme a la escucha orante de la Palabra de Dios.
Mt 9, 14-15
“En aquel tiempo, los discípulos de Juan se le acercaron a Jesús, preguntándole: ¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos a menudo y, en cambio, tus discípulos no ayunan?
Jesús les dijo: ¿Es que pueden guardar luto los amigos del novio, mientras el novio está con ellos? Llegará un día en que se lleven al novio y entonces ayunarán”.
Palabra de Dios
TEXTO VICENCIANO
«Cuándo vamos a una misión, no sabemos dónde nos alojaremos, ni qué es lo que haremos; nos encontramos con cosas muy distintas de las que esperábamos y la Providencia muchas veces echa por tierra todos nuestros planes. Por tanto, ¿quién no ve que la mortificación tiene que ser inseparable de un misionero, no sólo para trabajar con el pobre pueblo, sino también con los ejercitantes, los ordenandos, los galeotes y los esclavos? Porque, si no somos mortificados, ¿cómo vamos a sufrir lo que hay que sufrir en todas estas tareas?… No nos engañemos, hermanos míos, los misioneros deber ser mortificados». (San Vicente de Paúl XI, 590).
REFLEXIÓN PERSONAL
“¿Por qué el ayuno? Es necesario dar una respuesta a esta pregunta para que quede clara la relación entre el ayuno y la conversión, esto es, la transformación espiritual que acerca el hombre a Dios… El hombre de hoy debe ayunar, es decir, abstenerse de muchos medios de consumo, de estímulos, de satisfacción de los sentidos: ayunar significa abstenerse de algo. El hombre es él mismo solo cuando logra decirse a sí mismo: no. No es la renuncia por la renuncia, sino para el mejor y más equilibrado desarrollo de sí mismo, para vivir mejor los valores superiores, para el dominio de sí mismo”. (San Juan Pablo II).
CANCIÓN
ORACIÓN FINAL
No quieres, Señor, caras largas ni corazones tristes.
Ayunar es tener hambre de ti, es solidarizarse con los pobres,
Con los pequeños del mundo, que ayunan de todo porque apenas tienen nada.
Sabemos, Señor, que el ayuno que tú quieres es amor derramado,
Entrega ofrecida, cambio de corazón.
Señor, por el ayuno, haznos partir el pan con los que no lo tienen,
Repartir esperanza con los que carecen de ella, amar a todos sin excluir a nadie.
Amén.