Hoy es martes 7 de marzo, martes de la primera semana de cuaresma. «Vosotros rezad así», la comunicación con Dios, se traza desde un reconocimiento, una alabanza, algunas peticiones y un acto de cambio de actitud. En resumidas cuentas, Jesús nos da esa sencilla, pero poderosa oración, para dar sentido a cada uno de los pasos de una fe comunicativa y solidaria, con nosotros mismos y los demás. El Padre Nuestro nos reúne como hijos, al que debemos hablarle con confianza, escuchemos el Evangelio.
Mt 6, 7-15
Cuando recéis no seáis palabreros como los paganos, que piensan que a fuerza de palabras serán escuchados. No los imitéis, pues vuestro Padre sabe lo que necesitáis antes de que se lo pidáis. Vosotros rezad así: ¡Padre nuestro del cielo! Sea respetada la santidad de tu nombre, venga tu reinado, cúmplase tu designio en la tierra como en el cielo; danos hoy el pan del mañana, perdona nuestras ofensas como también nosotros perdonamos a los que nos ofenden; no nos dejes sucumbir a la prueba y líbranos del maligno. Pues si perdonáis a los hombres las ofensas, vuestro Padre del cielo os perdonará a vosotros, pero si no perdonáis a los hombres, tampoco vuestro Padre os perdonará vuestras ofensas.
Palabra de Dios
Démonos enteramente a la práctica de la oración que por ella nos vendrá todo lo bueno. Si perseveramos en nuestra vocación, es gracias a la oración. Si tenemos éxito en nuestros trabajos, es gracias a la oración. Si no caemos en pecado es gracias a la oración. Si permanecemos en la caridad y nos salvamos, todo eso sucede gracias a Dios y gracias a la oración. Así como Dios no niega nada a la oración, tampoco concede casi nada sin la oración. SV XI, 407
Dios bien sabe lo que necesitamos. Él nos conoce en lo más profundo. A pesar de ello, no podemos dejar de orar y pedir a Dios aquello que más deseamos. Él no necesita nuestras oraciones, pero nosotros no podemos evitar dirigirnos a él. Es nuestro grito, a veces desesperado, ante aquel de quien lo esperamos todo, porque confiamos en su poder. Nuestra oración es, fundamentalmente pedigüeña. Y lo es porque es expresión de nuestra fragilidad. A su vez, nuestra oración es confiada.
Pedimos a Dios aquello que no podemos darnos a nosotros mismos, con la confianza de que Él, que es quien tiene Poder, nos lo concederá. Cuándo lo hará o cómo lo hará, lo desconocemos. Sin embargo, confiamos en que él obrará el milagro. Así es nuestra fe.
Lo curioso que sucede con la oración es que este deseo de cambiar el corazón de Dios, acaba por cambiar el nuestro. Orar nos hace mejores, nos hace confiados, magnánimos, nos hace más dóciles a la voluntad de Dios, nos hace pacientes… nos hace, en definitiva, misericordiosos. En la escuela de la oración aprendemos a ser como el Padre, asimilamos sus actitudes, sus sentimientos, sus maneras de proceder. En ella encontramos respuestas a nuestros discernimientos, encontramos fuerza para actuar y razones para amar a los demás.
La oración pedigüeña y confiada nos lleva a la oración de alabanza, que reconoce la grandeza de Dios y la pequeñez del hombre. A su vez, esta nos lleva a la adoración, a ese estar ante un misterio de amor infinito que milagrosamente obra en nosotros haciéndonos hijos y hermanos. Por eso orar no es solo pedir favores, sino también dejarse amar y dejarse envolver por ese gran Misterio de amor que un día nos será revelado en su diáfana plenitud.
No hacen falta muchas palabras. La oración, normalmente, brota del silencio, de un corazón pobre y necesitado que se pone ante Dios y en Él espera. La Madre Teresa de Calcuta nos dejó aquella frase tan sabia: “El fruto del silencio es la oración, el fruto de la oración es la fe, el fruto de la fe es el amor, el fruto del amor es el servicio, el fruto del servicio es la paz”. Te invito a que este día medites estas palabras y las conserves en tu corazón.
ORACIÓN FINAL
Padre bueno, enséñanos a orar.
Padre, que seamos conscientes de la presencia de tu Espíritu en nuestra vida invitándonos siempre a más: a ser más hijos, a ser más misión.
Padre, enséñanos a orar
Padre, que todos los que viven sin esperanza ni horizonte de una vida mejor se encuentren con hombres y mujeres que contagien sentido de vida y alegría de vivir.
Padre, enséñanos a orar
Padre bueno, en esta cuaresma queremos ponernos conscientemente en camino, con el corazón anclado en ti y las manos gastándose en el servicio a los hermanos. Te damos las gracias por la vida de tu hijo Jesús. Amén.