Hoy es martes 19 de marzo, trigésimo quinto día de Cuaresma.
Solemnidad de San José, esposo de la bienaventurada Virgen María, quién nos ayuda a reflexionar sobre la fidelidad a Dios, el saber mirar más allá de los acontecimientos con la confianza plena de que formaba parte de un plan que nos salvaría a todos.
Evangelio del día: Mt 1,16.18-21.24a
Jacob engendró a José, el esposo de María, de la que nació Jesús, llamado Cristo. La generación de Jesucristo fue de esta manera: Su madre, María, estaba desposada con José y, antes de empezar a estar juntos ellos, se encontró encinta por obra del Espíritu Santo. Su marido José, como era justo y no quería ponerla en evidencia, resolvió repudiarla en secreto.
Así lo tenía planeado, cuando el Ángel del Señor se le apareció en sueños y le dijo: «José, hijo de David, no temas tomar contigo a María tu mujer porque lo engendrado en ella es del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, y tú le pondrás por nombre Jesús, porque Él salvará a su pueblo de sus pecados». Despertado José del sueño, hizo como el Ángel del Señor le había mandado.
¡Palabra del Señor! ¡Gloria a Ti, Señor Jesús!
Enseñanzas de San Vicente de Paúl
Hermanos míos, si nos fuera posible tomar hoy a la humildad como el sello de un misionero, de forma que se le distinguiera más por esta virtud que por su nombre entre los demás cristianos y sacerdotes, ¡qué gracia tan importante nos haría nuestro Señor para nuestro estado! Pidámosle que, cuando nos pregunten sobre nuestra condición, nos permita decir: «Es la humildad». Que sea ésta nuestra virtud. Si se nos dice: «¿Quién va?» «La humildad». Que sea esta nuestra contraseña.
SVP XI, p.491
Para la reflexión personal
Hablar de humildad es pensar en San José. Hombre bueno y discreto, que se mantuvo al lado de María, que cogió de la mano a ese Jesús Niño asumiendo sus derechos y obligaciones de padre aquí en la tierra, aun sabiendo que acompañaba en su caminar al Hijo de Dios. Trabajemos para que como vicencianos, la humildad sea nuestro sello de identidad en cada uno de nuestros actos. Trabajemos por el Reino de Dios en silencio. Porque como bien dijo nuestro fundador, el ruido no hace bien: el bien no hace ruido.
Canción: Tu mejor soldado. (Rubén de Lis)
Oración final
Que sea yo como San José, humilde. Que no deje de sorprenderme de tu capacidad de obrar maravillas en mí, en mis hermanos y hermanas cada día. Y que los demás te encuentren en el silencio de mis buenas obras, esas que cada día me acercan más a Ti. Te pido Señor, la capacidad de aceptar aquellas situaciones difíciles con la confianza de que Tu mano me sostiene como un padre a su hijo.
Amén.