Oración duodécimo día de Cuaresma 2024

Hoy es domingo 25 de Febrero, duodécimo día de Cuaresma.

Disponte a buscar un momento y un lugar que te ayude en este momento de oración. Busca una posición cómoda, atiende tu respiración, haz silencio, tomate el tiempo que necesites y  ponte en presencia del Señor. 

En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, Amén.

Evangelio del día: Mc 9,2-10

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, Santiago y Juan, y los llevó, a ellos solos, aparte, a un monte alto. Y se transfiguró delante de ellos, y sus vestidos se volvieron resplandecientes, muy blancos, tanto que ningún batanero en la tierra sería capaz de blanquearlos de ese modo. Se les aparecieron Elías y Moisés, y conversaban con Jesús.

Toma la palabra Pedro y dice a Jesús: «Rabbí, bueno es estarnos aquí. Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías»; pues no sabía qué responder ya que estaban atemorizados. Entonces se formó una nube que les cubrió con su sombra, y vino una voz desde la nube: «Este es mi Hijo amado, escuchadle». Y de pronto, mirando en derredor, ya no vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos.

Y cuando bajaban del monte les ordenó que a nadie contasen lo que habían visto hasta que el Hijo del hombre resucitara de entre los muertos.

¡Palabra del Señor! ¡Gloria a Ti, Señor Jesús!

Enseñanzas de San Vicente de Paúl

Santo Tomás propone la cuestión siguiente: ¿quién es el que más merece? ¿el que ama a Dios y descuida el amor al prójimo o el que ama al prójimo por amor de Dios? Y da él mismo la respuesta a esta duda, diciendo que es más meritorio amar al prójimo por amor de Dios que amar a Dios sin entrega al prójimo. Y lo prueba así, de una forma que parece paradójica: «Dirigirse al corazón de Dios, encerrar en él su amor por completo, no es lo más perfecto, ya que la perfección de la ley consiste en amar a Dios y al prójimo». Dadme a un hombre que ame a Dios solamente, un alma elevada en contemplación que no piense en sus hermanos; esa persona, sintiendo que es muy agradable esta manera de amar a Dios, que le parece que es lo único digno de amor, se detiene a saborear esa fuente infinita de dulzura. Y he aquí otra persona que ama al prójimo, por muy vulgar y rudo que parezca, pero lo ama por amor de Dios. ¿Cuál de esos dos amores creéis que es el más puro y desinteresado? Sin duda que el segundo, pues de ese modo se cumple la ley más perfectamente. Ama a Dios y al prójimo. ¿Qué más puede hacer? El primero no ama más que a Dios, mientras que el segundo ama a los dos. Hemos de entregarnos a Dios para imprimir estas verdades en nuestras almas, para dirigir nuestra vida según este espíritu y para hacer las obras de este amor. No hay nadie más obligado a ello que nosotros y ninguna comunidad que tenga que dedicarse más al ejercicio de una caridad cordial.

SVP XI, 552/553

Para la reflexión personal

En este tiempo Jesús nos toma y nos llama a cada uno de nosotros por nuestro nombre y nos aparta a una montaña alta donde hay silencio y un aire más puro para poder así encontrarnos con Él. De esta manera, nuestra presencia en este mundo será más intensa y más consciente. El desierto es el lugar de la purificación y la montaña es el de la iluminación.

La experiencia de la Luz, de la transfiguración la tenemos mientras oramos. Orar es estar atentos y por eso podemos ver la Luz de Dios en este mundo. 

Es en la oración cuando sentimos desde lo profundo de nuestro ser como Dios nos dice que somos su hijo amado y de esa manera podemos confiar en Él para bajar de la montaña y adentrarnos en el desierto sabiendo que no estamos solos.

Todos  necesitamos subir a Tabor en muchos momentos de nuestra vida. Allí reencontrarnos con el Señor y gozar de su presencia en plenitud, desde la calma y el sosiego. Ese Tabor puede ser lugares o personas, seguro que ya hemos puesto una imagen en nuestra cabeza y se nos ha dibujado una sonrisa. Nos encantaría asentarnos y permanecer en ese estado que nos da seguridad, pero como dice el evangelio sobre Pedro, no sabía lo que decía. No se nos puede olvidar que no podemos vivir en Tabor, debemos bajar y atender las realidades de nuestro día a día y las realidades del mundo que nos rodea aunque en muchos momentos no queramos o sintamos que no nos acompañan las fuerzas. Es ahí donde actúa Tabor. Como dice San Vicente en la Conferencia del 30/05/1659 sobre la caridad, dadme a un hombre que ame a Dios solamente, un alma elevada en contemplación que no piense en sus hermanos y otra persona que ama al prójimo, por muy vulgar y rudo que parezca, pero lo ama por amor de Dios. El primero no ama más que a Dios, mientras que el segundo ama a Dios y al prójimo cumpliendo así la ley más perfecta. Ama a Dios y al prójimo. Por ello, no puede existir Tabor sin Galilea y viceversa. 

Transfigura, Señor, mis subidas y mantén cada día mi corazón cerca de ti hasta la Cruz.

Canción: En la montaña (Antonio Burgos, cantada por jóvenes de JMV)

Oración final

Padre mío, me abandono a Ti.

Haz de mí lo que quieras.

Lo que hagas de mí te lo agradezco.

Estoy dispuesto a todo,

lo acepto todo,

con tal de que Tu voluntad se haga en mí

y en todas tus criaturas.

No deseo nada más, Dios mío.

Pongo mi vida en Tus manos, te la doy, Dios mío,

con todo el amor de mi corazón, porque te amo,

y porque para mí amarte es darme, 

entregarme entre Tus manos sin medida, 

Con infinita confianza,

porque Tú eres mi Padre.

Amén.

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