Hoy es 9 de abril, Domingo de Resurrección y festividad de santa Casilda de Toledo que, siendo musulmana, se bautizó en la fe cristiana para llevar una vida eremítica y compartir con el Señor la dicha de una vida de plenitud espiritual.
EVANGELIO DEL DÍA: Jn 20,1-9
El primer día de la semana, María la Magdalena fue al sepulcro al amanecer, cuando aún estaba oscuro, y vio la losa quitada del sepulcro.
Echó a correr y fue donde estaban Simón Pedro y el otro discípulo, a quien Jesús amaba, y les dijo:
«Se han llevado del sepulcro al Señor y no sabemos dónde lo han puesto».
Salieron Pedro y el otro discípulo camino del sepulcro. Los dos corrían juntos, pero el otro discípulo corría más que Pedro; se adelantó y llegó primero al sepulcro; e inclinándose, vio los lienzos tendidos; pero no entró.
Llegó también Simón Pedro detrás de él y entró en el sepulcro: vio los lienzos tendidos y el sudario con que le habían cubierto la cabeza, no con los lienzos, sino enrollado en un sitio aparte.
Entonces entró también el otro discípulo, el que había llegado primero al sepulcro; vio y creyó.
Pues hasta entonces no habían entendido la Escritura: que él había de resucitar de entre los muertos.
¡Palabra del Señor!; ¡Gloria a Ti, Señor Jesús!
TEXTO:
El discernimiento comunitario implica la escucha atenta y valiente de los «gemidos del Espíritu» (cfr. Rm 8,26) que se abren camino a través del grito, explícito o también mudo, que brota del Pueblo de Dios.
La sinodalidad en la vida y en la misión de la Iglesia. Comisión teológica internacional nº 114.
REFLEXIÓN PERSONAL:
El proyecto salvador de Dios está abierto a todo aquel que quiera acogerlo, como ocurrió con santa Casilda, sabiendo que la dificultad para alcanzar la vida nueva de resucitados en Cristo, aunque es real, no es insuperable.
La fe es nuestra esperanza; una fe y esperanza que surgen del discernimiento individual y comunitario. Un discernimiento a nivel personal como el que tuvo santa Luisa de Marillac en su noche oscura de fe: «El día de Pascua, mi meditación fue el deseo de resucitar con Nuestro Señor, y como sin muerte no hay resurrección, vi que eran mis malas inclinaciones las que debían morir y que debía quedar completamente destruida amortiguando toda mi vivacidad interior» (SLM E24,696). Meditación que más tarde se convirtió en un discernimiento comunitario que dio lugar a la Compañía de las Hijas de la Caridad.
Como vicencianos, debemos estar siempre atentos al Espíritu, cuyos «gemidos» los escucharemos en los pobres, rostro del Cristo Resucitado.
CANCIÓN: Aquí y ahora (Ruah)
ORACIÓN FINAL:
La promesa se ha cumplido, Jesucristo ha vencido. Ahora nos toca a nosotros poner nuestros talentos a disposición de la misión y el servicio, de la caridad y el evangelio.
Amén.