Hoy es 30 de marzo, jueves de la 5ª semana de cuaresma. En el evangelio de hoy, Juan nos recuerda que Dios siempre es fiel a nosotros y nos pide una fidelidad recíproca, una promesa mutua de amor incondicional y entrega al Reino de Dios aquí en la vida diaria.
EVANGELIO DEL DÍA: Jn 8,51-59
En aquel tiempo, dijo Jesús a los judíos:
«En verdad, en verdad os digo: quien guarda mi palabra no verá la muerte para siempre».
Los judíos le dijeron:
«Ahora vemos claro que estás endemoniado; Abrahán murió, los profetas también, ¿y tú dices: “Quien guarde mi palabra no gustará la muerte para siempre”? ¿Eres tú más que nuestro padre Abrahán, que murió? También los profetas murieron, ¿por quién te tienes?».
Jesús contestó:
«Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. El que me glorifica es mi Padre, de quien vosotros decís: “es nuestro Dios”, aunque no lo conocéis. Yo sí lo conozco, y si dijera “no lo conozco” sería, como vosotros, un embustero; pero yo lo conozco y guardo su palabra. Abrahán, vuestro padre, saltaba de gozo pensando ver mi día; lo vio, y se llenó de alegría».
Los judíos le dijeron:
«No tienes todavía cincuenta años, ¿y has visto a Abrahán?».
Jesús les dijo:
«En verdad, en verdad os digo: antes de que Abrahán existiera, yo soy».
Entonces cogieron piedras para tirárselas, pero Jesús se escondió y salió del templo.
¡Palabra del Señor!; ¡Gloria a Ti, Señor Jesús!
TEXTO:
El Papa Francisco nos ofrece una reflexión sobre la fidelidad de Dios hacia nosotros y nuestra respuesta ante ella, o cómo deberíamos responder:
«Nuestra fidelidad no es más que una respuesta a la fidelidad de Dios. Dios que es fiel a su palabra, que es fiel a su promesa, que camina con su pueblo llevando a cabo la promesa al lado de su pueblo. Fiel a la promesa: Dios, que continuamente se hace sentir como el Salvador del pueblo porque es fiel a la promesa. Dios, que es capaz de re-hacer las cosas, de re-crear, como lo hizo con este paralítico de nacimiento al que re-creó sus pies, lo sanó (cf. Hch 3,6-8), el Dios que cura, el Dios que siempre trae consuelo a su pueblo. El Dios que re-crea. Una nueva re-creación: esta es su fidelidad con nosotros. Una re-creación que es más maravillosa que la creación.
Un Dios que va adelante y que no se cansa de trabajar —digamos “trabajar”, “ad instar laborantis” (cf. San Ignacio de Loyola, Ejercicios espirituales, 236), como dicen los teólogos— para llevar al pueblo adelante, y no tiene miedo de “cansarse”, digamos así… Como aquel pastor que cuando llega a casa se da cuenta de que le falta una oveja y va, vuelve a buscar la oveja que se ha perdido (cf. Mt 18,12-14). El pastor que trabaja horas extras, pero por amor, por fidelidad… Y nuestro Dios es un Dios que trabaja horas extras, pero no a cambio de un pago: gratuitamente. Es la fidelidad de la gratuidad, de la abundancia. Y la fidelidad es ese padre que puede subir muchas veces a la terraza para ver si su hijo regresa y no se cansa de subir: lo espera para festejar (cf. Lc 15, 21-24). La fidelidad de Dios es una fiesta, es una alegría, es una alegría tal que hace que hagamos como este paralítico: entró en el templo caminando, saltando, alabando a Dios (cf. Hch 3,8-9). La fidelidad de Dios es una fiesta, es una fiesta gratuita. Y una fiesta para todos nosotros.
La fidelidad de Dios es una fidelidad paciente: tiene paciencia con su pueblo, lo escucha, lo guía, le explica lentamente y calienta su corazón, como lo hizo con estos dos discípulos que se alejaban de Jerusalén: conforta sus corazones para que vuelvan a casa (cf. Lc 24,32-33). La fidelidad de Dios, es lo que no sabemos: qué pasó en ese diálogo, pero es el Dios generoso que buscó a Pedro, el que lo negó. Sólo sabemos que el Señor ha resucitado y se le ha aparecido a Simón: lo que pasó en ese diálogo no lo sabemos (cf. Lc 24,34). Pero sí, sabemos que fue la fidelidad de Dios la que buscó a Pedro. La fidelidad de Dios siempre nos precede y nuestra fidelidad es siempre la respuesta a esa fidelidad que nos precede. Es el Dios que siempre nos precede. Y la flor del almendro, en primavera: florece primero.
Ser fiel es alabar esta fidelidad, ser fiel a esta fidelidad. Es una respuesta a esta fidelidad».
Homilía del Santo Padre Francisco. «Nuestra fidelidad es la respuesta a la fidelidad de Dios». Miércoles 15 de abril de 2022.
REFLEXIÓN PERSONAL:
¿De qué manera guardo y soy fiel a la Palabra de Dios?
¿A qué me compromete seguir esa Palabra de Vida en el Reino de Dios actual?
¿Dudo ante mi debilidad? O en cambio… ¿Busco la fortaleza en ese compromiso firme y fiel que tengo contigo, Dios mío?
¿Conozco lo que tú, mi Dios me quieres decir?
CANCIÓN: Confiaré en ti (Majo Solís)
ORACIÓN FINAL:
Señor Jesús, aunque a veces me cuesta serte siempre fiel, te doy las gracias por tu constancia y perseverancia, eso me ayuda a no desfallecer.
Dame la certeza y la capacidad de poder decidir siempre desde la esperanza y la vida, y que estos pequeños pasos hagan transformar mi corazón y estar siempre dispuesto a vivir tu Palabra compartida con mis hermanos.
Amén.