Hoy es 3 de marzo, décimo día de Cuaresma. Me detengo un poco a pensar en mis actos, en mis actitudes; descubro que no siempre vivo en gratitud, no siempre doy lo mejor de mí, no siempre actúo con buen corazón y sin producir daño en los demás. Con frecuencia, necesito reconocer mis faltas para ir aprisa a reconciliarme con el prójimo y con Él.
EVANGELIO DEL DÍA: Mt 5,20-26
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Si vuestra justicia no es mayor que la de los escribas y fariseos, no entraréis en el reino de los cielos.
Habéis oído que se dijo a los antiguos: “No matarás”, y el que mate será reo de juicio. Pero yo os digo: todo el que se deja llevar de la cólera contra su hermano será procesado. Y si uno llama a su hermano “imbécil” tendrá que comparecer ante el Sanedrín, y si lo llama “necio”, merece la condena de la “gehena” del fuego.
Por tanto, si cuando vas a presentar tu ofrenda sobre el altar, te acuerdas allí mismo de que tu hermano tiene quejas contra ti, deja allí tu ofrenda ante el altar y vete primero a reconciliarte con tu hermano, y entonces vuelve a presentar tu ofrenda.
Con el que te pone pleito procura arreglarte en seguida, mientras vais todavía de camino, no sea que te entregue al juez y el juez al alguacil, y te metan en la cárcel. En verdad te digo que no saldrás de allí hasta que hayas pagado el último céntimo».
¡Palabra del Señor!; ¡Gloria a Ti, Señor Jesús!
TEXTO:
La asamblea eucarística propicia la comunión mediante la reconciliación con Dios y con los hermanos. La confessio peccati celebra el amor misericordioso del Padre y expresa la voluntad de no seguir el camino de la división causada por el pecado, sino el de la unidad […]. Los acontecimientos sinodales implican el reconocimiento de las propias fragilidades y el pedido recíproco del perdón. La reconciliación es el camino para vivir la nueva evangelización.
La sinodalidad en la vida y en la misión de la Iglesia N. 109b.
REFLEXIÓN PERSONAL:
No sabría medir el daño que mis palabras o mis acciones provocan sobre los demás; pero sé que la huella de mi pecado se quedará marcada de alguna forma, en algún lugar, para siempre. El daño al prójimo y la distancia que pongo entre Dios y yo me contemplan.
Y también al contrario: no existe una aritmética de la fe, ni del amor. Un amor del que emana el perdón que por la misericordia del Padre me es regalado sin merecerlo.
Así pues, por amor y a ejemplo del mismo Cristo («Padre, perdónalos porque no saben lo que hacen»), reconozco mis faltas, me encamino a quien ofendí y humildemente le pido su perdón, que es liberador para ambos. Del mismo modo, si realmente quiero construir el Reino, me dispongo a recibir a quien me ofende y a perdonar de corazón.
Sólo así estaremos construyendo la Paz que Jesús nos regala.
CANCIÓN: Al perdonar (Celinés)
ORACIÓN FINAL:
Señor, no me dejes caer en la tentación de menospreciar a los demás; ayúdame a reconocer mis faltas, a pedir perdón por ellas y a perdonar a quienes me ofenden. Que por tu Espíritu se labre en mí una persona de paz.
Amén.