El Viernes Santo no es día de llanto ni de luto, sino de amorosa y gozosa contemplación del sacrificio redentor del que brotó la salvación. Cristo no es un vencido sino un vencedor, un sacerdote que consuma su ofrenda, que libera y reconcilia, por eso nuestra alegría.
La cruz es el elemento que domina toda la celebración iluminada por la luz de la resurrección, nos aparece como trono de gloria e instrumento de victoria; por esto es presentada a la adoración de los fieles.
El Viernes Santo es el día de pasión y muerte del Señor y del ayuno pascual como signo exterior de nuestra participación en su sacrificio.
Este día no celebramos la eucaristía, la celebración litúrgica es después de mediodía para conmemorar la pasión y la muerte de Cristo. Cristo nos aparece como el Siervo de Dios anunciado por los profetas, el Cordero que se sacrifica por la salvación de todos.
Oración ante la cruz
La cruz no es solamente signo de muerte, sino también de Vida. Encontramos la miseria del hombre, el dolor, el sufrimiento… pero es la mayor expresión de AMOR. Por ello venimos a abrazarla, asumirla, adorarla. No adoramos la muerte, ni la tristeza, ni la injusticia. Adoramos al Dios que se entrega en la Cruz por todos nosotros por amor. Mira la cruz que refleja muchas de las acciones con las que vamos crucificando a la gente por el camino, aquellas veces que optamos por ser nosotros mismos el centro y dejamos a Jesús y nuestros hermanos y hermanas en el camino. Por eso, Adorar la cruz es comprometerse a ir borrando esas palabras y gestos que hacen daño; es quiere estar siempre atentos al dolor que nos rodea. Adorar la cruz es comprometerse a mirar la realidad a través de Jesús, dejar que te hable de realidades cercanas que hoy están siendo crucificadas y necesitan de ti. Adorar la cruz es comprometerse a no solo escucharle, si no a ofrecerte sin condiciones ni miedos a lo que Él tenga preparado para ti. Dejar tus heridas en las suyas y descansar en Él.
Haz silencio y escucha al Señor, ¿qué te invita a descansar en Él? Quizás hoy te invite a descansar las heridas de…
CABEZA. Repasamos los pensamientos negativos que nos acompañan: los destructivos, culpabiliza dores, derrotistas… Aquellos que hacen daño a los demás y aquellos que nos hacen daño a nosotros mismos, los que nos frenan, los que nos acomplejan, los que nos hacen sentir más pequeños… Sácalos de tu cabeza, deja que la cruz los tome y descansa en Él.
LABIOS. Cuántas veces crucificamos al otro con nuestra boca, cuantas veces ofendemos con nuestras palabras sin medidas ni control, sin pensar en lo que hace sentir al otro. Cuantas mentiras, llenas de prejuicios, de condenas… que hieren o acusan a alguien que no se lo merecía… trae al corazón todas las personas que has podido herir y preséntaselas al Señor.
CORAZÓN. A veces un corazón atrapado y poco escuchado. A veces un corazón con miedos, bloqueado y lleno de dudas… Repasa los sentimientos del día de hoy, deja que sea tu corazón el que marque tus pasos a seguir, deja que el Señor lo guie y lo cuide.
MANOS. Mira tus manos, ¡cuánto dan y reciben tus manos! ¡Cuánto has dado y has recibido de ese Jesús muerto que tienes delante! Sin embargo, hay veces que se nos olvida y a veces utilizamos las manos para hacer daño a alguien. Hay veces que las tenemos cerradas, escondidas en los bolsillos, sin querer implicarnos ni mancharlas. Deja que tus manos sean hoy instrumento de las manos de Dios y agradece todo lo recibido.
PIES. Hoy estamos acompañando a Jesús, pero cuantas veces estamos cansados, nos cobijamos en nuestra comodidad, en el no querer caminar, no querer seguirle… Recuerda cuando has dejado de acompañar a tus amigos y amigas, tu familia, gente que te necesitaba y decidiste abandonar el camino… No te preocupes, Él siempre abre nuevos caminos para que te encuentres otra vez en el suyo. Deja descansar el cansancio en sus pies.
Hoy nos acercamos al Señor en la cruz, muchas veces crucificado por nosotros mismos, por nuestras acciones. Pero Él te contempla con dulzura, para decirte que te AMA, nada más. Quiere hacerte ver que no estás solo, que está a tu lado y que puedes descansar en Él. Conoce nuestros sufrimientos, preocupaciones, aspiraciones y sueños, es consciente de nuestras inseguridades, miedos y decepciones y aun así nos AMA y da la vida por nosotros.
Adorar la cruz es aceptar la entrega de tu propia vida para que otros también viva, es aceptar el precio que hay que pagar para que otros sencillamente puedan vivir, es entender que de todo esto no saldrás sin heridas, que hay algo de ti que quedara en el camino «todo y solo por amor».
Su cruz mi cruz…