Hoy es 19 de marzo, viernes de la IV semana de Cuaresma y celebramos la Solemnidad de san José, esposo de la Virgen María, custodio de la Sagrada Familia y Patrono de la Iglesia Universal. San José es conocido como el «Santo del silencio» porque no se conoce palabra pronunciada por él, pero sí sus obras, su fe y su amor, que influenciaron en Jesús.
El papa Francisco lo describe en su carta apostólica «Patris corde» como un padre amado, un padre en la ternura, en la obediencia y en la acogida; un padre de valentía creativa, un trabajador siempre en la sombra».
«José, hijo de David, no tengas reparo en acoger a María como esposa tuya, pues lo que ha concebido es obra del Espíritu Santo. Dará a luz un hijo, a quien llamarás Jesús, porque él salvará a su pueblo de sus pecados» (Mt 1,20-21).
A san José, como padre, se le encomendó proteger a Cristo y nosotros podríamos hacernos la pregunta si, al igual que san José, estamos dispuestos a proteger al Cristo al que cada domingo aclamamos «Amén» cuando el sacerdote pronuncia la doxología «Por Cristo con Él y en Él…» durante la plegaria eucarística (IGMR 151).
EVANGELIO DEL DÍA: Jn 7,1-2.10.25-30
«En aquel tiempo, recorría Jesús Galilea, pues no quería andar por Judea porque los judíos trataban de matarlo. Se acercaba la fiesta judía de las Tiendas. Una vez que sus hermanos se hubieron marchado a la fiesta, entonces subió él también, no abiertamente, sino a escondidas. Entonces algunos que eran de Jerusalén dijeron: “¿No es éste el que intentan matar? Pues mirad cómo habla abiertamente, y no le dicen nada. ¿Será que los jefes se han convencido de que éste es el Mesías? Pero éste sabemos de dónde viene, mientras que el Mesías, cuando llegue, nadie sabrá de dónde viene”. Entonces Jesús, mientras enseñaba en el templo, gritó: “A mí me conocéis, y conocéis de dónde vengo. Sin embargo, yo no vengo por mi cuenta, sino que el Verdadero es el que me envía; a ése vosotros no lo conocéis; yo lo conozco, porque procedo de él y él me ha enviado”. Entonces intentaban agarrarlo; pero nadie le pudo echar mano, porque todavía no había llegado su hora».
¡Palabra del Señor!; ¡Gloria a Ti, Señor Jesús!
TEXTO ENCÍCLICA:
«En estos momentos donde todo parece diluirse y perder consistencia, nos hace bien apelar a la solidez que surge de sabernos responsables de la fragilidad de los demás buscando un destino común. La solidaridad se expresa concretamente en el servicio, que puede asumir formas muy diversas de hacerse cargo de los demás. El servicio es “en gran parte, cuidar la fragilidad. Servir significa cuidar a los frágiles de nuestras familias, de nuestra sociedad, de nuestro pueblo”. En esta tarea cada uno es capaz de “dejar de lado sus búsquedas, afanes, deseos de omnipotencia ante la mirada concreta de los más frágiles. […] El servicio siempre mira el rostro del hermano, toca su carne, siente su projimidad y hasta en algunos casos la ‘padece’ y busca la promoción del hermano. Por eso nunca el servicio es ideológico, ya que no se sirve a ideas, sino que se sirve a personas”».
Fratelli Tutti, nº 115
REFLEXIÓN PERSONAL:
«Enviar» y «Servir» son las dos palabras claves con las que podemos unir ambos textos y sobre las que podemos hacer nuestra reflexión. Hoy en día, todavía se sigue tratando de acechar, de agarrar a todos los enviados que son signo de esperanza y que, a través del servicio, tratan de cuidar y acompañar a los frágiles de la sociedad. En el libro de la Sabiduría podemos leer: «Acechemos al justo, que nos resulta fastidioso: se opone a nuestro modo de actuar, nos reprocha las faltas contra la ley y nos reprende contra la educación recibida» (Sab 2,1). Al igual que Cristo, el siervo sufriente enviado por el Padre y signo de nuestra esperanza en medio de una sociedad desesperanzada, nosotros también somos enviados por el Padre. En la lectura, Jesús nos llama la atención con esta frase: «Yo no vengo por mi cuenta, sino que el Verdadero es el que me envía». Y es que nosotros no podemos ni queremos ir por nuestra cuenta. ¿A dónde iríamos? ¿Qué aportaríamos si nos enviamos a nosotros mismos, que no sabemos ni lo que ocurrirá en los próximos minutos? Seríamos vanidosos. Por ello queremos tomar conciencia de que eres Tú quien nos envías y que actuamos en nombre del que es la Verdad. Eso nos da garantías de que vamos por el buen camino y que servimos según tus preceptos.
CANCIÓN:
ORACIÓN FINAL:
Señor Dios nuestro, te rogamos por aquellos a quienes has enviado a anunciar la Buena Noticia. Da las fuerzas necesarias a todos aquellos que tienen que ser testigos de tu evangelio en circunstancias hostiles y difíciles para que no se desalienten ni se descorazonen, sino que permanezcan firmes, fieles y unidos a Ti y a Jesucristo, Hijo tuyo y Señor nuestro por los siglos de los siglos. Amén.