Oración del tercer día de Cuaresma

Hoy es 28 de febrero, primer viernes de cuaresma… En este día, la Palabra de Dios nos invita a vivir el ayuno que Dios quiere, al ayuno que prepara la fiesta, el encuentro con el Señor y el compartir con los hermanos.

Hoy como discípulos misioneros del Señor nos planteamos qué ayuno nos pide el Señor, de qué obras del hombre viejo tengo que abstenerme para volver a lo esencial, de qué tengo que liberarme frente al consumismo,  para vivir los valores evangélicos, para abrirme a la escucha orante de la Palabra de Dios.

EVANGELIO DEL DIA: Mateo 9, 14-15

Entonces se le acercan los discípulos de Juan y le dicen: «¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos, y tus discípulos no ayunan?» Jesús les dijo: «Pueden acaso los invitados a la boda ponerse tristes mientras el novio está con ellos? Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán».”.

 ¡Palabra del Señor!; ¡Gloria a Ti, Señor Jesús!.

TEXTO VICENCIANO: los misioneros deber ser mortifi­cados (S.V.P. XI, 590).

«Cuando vamos a una misión, no sabemos dónde nos alojaremos, ni qué es lo que haremos; nos encontramos con cosas muy distintas de las que esperábamos y la Providencia muchas veces echa por tierra todos nuestros planes. Por tanto, ¿quién no ve que la mortificación tiene que ser inseparable de un misionero, no sólo para trabajar con el pobre pueblo, sino también con los ejercitantes, los ordenandos, los galeotes y los esclavos? Porque, si no somos mortificados, ¿cómo vamos a sufrir lo que hay que sufrir en todas estas tareas?… No nos engañemos, hermanos míos, los misioneros deber ser mortifi­cados»

REFLEXIÓN PERSONAL: “El hombre de hoy debe ayunar, es decir, abstenerse de muchos medios de consumo, de estímulos, de satisfacción de los sentidos: ayunar significa abstenerse de algo. El hombre es él mismo solo cuando logra decirse a sí mismo: no. No es la renuncia por la renuncia, sino para el mejor y más equilibrado desarrollo de sí mismo, para vivir mejor los valores superiores, para el dominio de sí mismo” (San Juan Pablo II)

ORACIÓN FINAL:

No quieres, Señor, caras largas ni corazones tristes.
Ayunar es tener hambre de ti, es solidarizarse con los pobres, con los pequeños del mundo, que ayunan de todo porque apenas tienen nada.

Sabemos, Señor, que el ayuno que tú quieres es amor derramado, entrega ofrecida, cambio de corazón.
Señor, por el ayuno, haznos partir el pan con los que no lo tienen, repartir esperanza con los que carecen de ella, amar a todos sin excluir a nadie.

Amén.

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