Hoy es lunes 8 de abril de la quinta semana de Cuaresma, el tiempo de la Pasión se acerca y Jesús discute con los fariseos sobre la veracidad de su mensaje y de aquello que han visto y oído. Él les explica cómo a través de Él pueden llegar a su Padre. Nos ponemos en disposición de dejar que nos muestre el camino.
Jn 8, 12-20
En aquel tiempo dijo Jesús a los judíos: «Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida». Los fariseos le dijeron: «Tú das testimonio de ti mismo: tu testimonio no vale». Jesús les respondió: «Aunque yo dé testimonio de mí mismo, mi testimonio vale, porque sé de dónde he venido y a dónde voy; pero vosotros no sabéis de dónde vengo ni a dónde voy. Vosotros juzgáis según la carne; yo no juzgo a nadie; y si juzgo, mi juicio es verdadero, porque no estoy yo solo, sino yo y el que me ha enviado. Y en vuestra Ley está escrito que el testimonio de dos personas es válido. Yo soy el que doy testimonio de mí mismo y también el que me ha enviado, el Padre, da testimonio de mí». Entonces le decían: «¿Dónde está tu Padre?» Respondió Jesús: «No me conocéis ni a mí ni a mi Padre; si me conocierais a mí, conoceríais también a mi Padre». Estas palabras las pronunció junto al arca de las ofrendas, mientras enseñaba en el Templo. Y nadie le prendió, porque aún no había llegado su hora.
Palabra de Dios
TEXTO VICENCIANO
Cumplir los deberes hacia Dios: «Querido amigo, usted se mete en fatigas prolongadas que no dejan de tener su peligro para una salud puesta a prueba tan cruelmente. Soporte, pues, mi inquietud. Usted está buscando, así lo dice, crearse intereses nuevos, y con ese espíritu especial que Dios le ha dado remueve todos los estudios, y ahora va a recorrer medio mundo para encontrar novedades que le atraen. Y, sin embargo, existe un interés soberano, un bien capaz de atraer y de satisfacer a su excelente corazón, y me temo, querido amigo, tal vez esté equivocado, que no piensa usted en él lo suficiente. Es usted cristiano por las entrañas, por la sangre de su padre incomparable; usted cumple todos los deberes del cristianismo hacia los hombres, pero, ¿no hay que cumplir los deberes hacia Dios? ¿No hay que servirle? ¿No hay que vivir en una relación estrecha con él? ¿No encontraría usted en ese servicio consuelos infinitos? ¿No encontraría en él la seguridad de la eternidad? Usted me ha permitido intuir más de una vez que esos pensamientos no estaban lejos de su corazón. El estudio le ha dado a usted a conocer a tantos grandes cristianos; ha visto usted a su alrededor a tantos hombres eminentes acabar cristianamente sus vidas; esos ejemplos le están reclamando, pero las dificultades de la fe le detienen. Sin embargo, querido y excelente amigo, jamás he hablado de esas dificultades con usted porque usted tiene infinitamente más saber y más inteligencia que yo. Pero permítame que le diga: no hay más que filosofía y religión. La filosofía tiene ideas claras, ha conocido a Dios, pero no lo ama, ni jamás ha hecho correr una de esas lágrimas de amor que un católico encuentra en la comunión, y cuya dulzura incomparable valdría por sí sola el sacrificio de toda la vida. Si yo, débil y malo, conozco esa dulzura, ¿qué sería de usted, cuyo carácter es tan elevado y cuyo corazón es tan bueno? Encontraría ahí la evidencia interior ante la cual se disipan todas las dudas. La fe es un acto de virtud, por consiguiente un acto de voluntad. Un día hay que decidirse, hay que entregar su alma y entonces Dios da la plenitud de la luz».
(Federico Ozanam, carta a Jean-Jacques Ampere, 24 de agosto de 1851)
REFLEXIÓN PERSONAL
Jesús es claro y directo: «Yo soy la luz del mundo; el que me siga no caminará en la oscuridad, sino que tendrá la luz de la vida». Aún así, se duda de su testimonio, se necesitan más pruebas para creer en Él. La carta de Ozanam relata cómo su amigo siempre está buscando, aunque Dios está justo a su lado. El beato es igual de directo que Jesús, y dice a su amigo que sólo necesita entregar su alma, y así lo verá todo. Como cristianos y misioneros, se nos pide ver todo bajo la luz de Dios, dejar que nos muestre lo que para otros está invisible. ¿Somos capaces de eso? ¿Confiamos y seguimos los caminos que Dios nos muestra o continuamos andando en círculo, buscando pruebas que confirmen lo que en la oración descubrimos
CANCIÓN
ORACIÓN FINAL
Dios, reúne mis pensamientos hacia ti. Junto a ti está la luz, tú no me olvidas. Junto a ti, el auxilio, junto a ti la paciencia. No comprendo tus sendas, pero solo tú conoces el camino para mí.