Hoy es 9 de marzo, primer sábado de Cuaresma; la Palabra de Dios nos presenta el encuentro de Jesús con Leví, encuentro que perdona, cura, convierte y lleva a la celebración en torno a la mesa. A la luz de este encuentro, ¿cómo puede un pecador tener miedo a esta cuaresma que lleva a la fiesta de la Pascua?.
Contemplemos a Jesús que comparte la mesa, no sólo para saciar el hambre, sino para entablar amistad, manifestar cercanía a los alejados, transmitir el perdón.
Lc 5, 27-32
“En aquel tiempo, vio Jesús a un publicano, llamado Leví, sentado en su despacho de recaudador de impuestos y le dijo; «Sígueme». Él, dejándolo todo, se levantó y lo siguió. Leví ofreció en su casa un gran banquete en honor de Jesús, y estaban a la mesa, con ellos, un gran número de publicanos y otras personas. Los fariseos y los escribas criticaban por eso a los discípulos, diciéndoles: ¿Por qué comen y beben con publicanos y pecadores? Jesús les respondió: No son los sanos los que necesitan al médico sino los enfermos. No he venido a llamar a los justos, sino a los pecadores, para que se conviertan”.
Palabra de Dios
TEXTO VICENCIANO
“Ejerciten la misericordia, que es esa virtud de la que se ha dicho: lo propio de Dios es la Misericordia. También hemos de ejercitarla nosotros durante toda nuestra vida: misericordia corporal, misericordia espiritual, misericordia en el campo, en las misiones, socorriendo las necesidades de nuestro prójimo; misericordia cuando estamos en casa, con los ejercitantes y con los pobres, enseñándoles lo que necesitan para su salvación; y en tantas ocasiones como Dios nos presenta”. (San Vicente de Paúl XI, 234).
REFLEXIÓN PERSONAL
Cristo es el remedio de nuestros males: todos andamos un poco enfermos y por eso tenemos necesidad de Cristo. Debemos ir a Él como el enfermo va al médico, diciendo la verdad de lo que le pasa, con deseos de curarse. Señor, si quieres, puedes curarme. El Señor actuará directamente en nuestra alma: Quiero, sé limpio sigue adelante, sé más humilde, no te preocupes. Contamos siempre con el aliento y la ayuda del Señor para volver y recomenzar.
Si alguna vez nos sintiéramos especialmente desanimados por alguna enfermedad espiritual que nos pareciera incurable, no olvidemos estas palabras consoladoras de Jesús: Los sanos no necesitan médico, sino los enfermos. Todo tiene remedio. Él está siempre muy cerca de nosotros, pero especialmente en esos momentos. Basta ser sincero de verdad.
CANCIÓN
ORACIÓN FINAL
Tú, que no has venido a llamar a los justos sino a los pecadores,
Enciende en nuestra humanidad la antorcha de la libertad.
Forja Señor, pues lo estamos deseando, una humanidad nueva
De hombres libres constructores de fraternidad.
Haz Señor que, como las nubes, desaparezca la opresión de nuestro planeta.
Amén.