Oración trigésimo tercer día de Cuaresma

Hoy dos de abril de dos mil diecisiete caminamos hacia la Pascua, hacia la Fiesta de la Vida. Jesús, el enviado  del Padre quiere conectar con nuestra vida, con nuestro corazón con nuestra propia historia.

Hoy tenemos la oportunidad de escucharle, de acogerle,  de  recibirle  en nuestra Casa. Tan solo  necesitamos  despertar  nuestra fe  para  abrirnos a la novedad  sanadora y liberadora que su  Palabra nos regala.

Jn 11,1-45

Estaba entonces enfermo uno llamado Lázaro, de Betania, la aldea de María y de Marta, su hermana. Y María, cuyo hermano Lázaro estaba enfermo, fue la que ungió al Señor con perfume y enjugó sus pies con sus cabellos).

Enviaron, pues, sus hermanas a decir a Jesús: Señor, he aquí, el que amas está enfermo. Y oyéndolo Jesús, dijo: Esta enfermedad no es para muerte, sino para la gloria de Dios, para que el Hijo de Dios sea glorificado por ella. Y amaba Jesús a Marta, y a su hermana y a Lázaro.

Cuando oyó, pues, que estaba enfermo, se quedó dos días más en el lugar donde estaba. Luego, después de esto, dijo a los discípulos: Vamos a Judea otra vez. Le dijeron los discípulos: Rabí, hace poco los judíos procuraban apedrearte, ¿y otra vez vas allá?  Respondió Jesús: ¿No tiene el día doce horas? El que anda de día no tropieza, porque ve la luz de este mundo. Pero el que anda de noche tropieza, porque no hay luz en él. Dicho esto, les dijo después: Nuestro amigo Lázaro duerme, pero voy a despertarle. Dijeron entonces sus discípulos: Señor, si duerme, se recuperará.

Pero Jesús hablaba de la muerte de Lázaro, y ellos pensaron que hablaba del reposar del sueño.

Entonces, Jesús les dijo claramente: Lázaro ha muerto; y me alegro por vosotros de no haber estado allí, para que creáis; mas vamos a él. Dijo entonces Tomás, llamado el Dídimo, a sus condiscípulos: Vamos también nosotros, para que muramos con él. Llegó, pues, Jesús y halló que hacía ya cuatro días que Lázaro estaba en el sepulcro. Y Betania estaba cerca de Jerusalén, como a quince estadios; y muchos de los judíos habían venido a Marta y a María para consolarlas por su hermano.

Entonces Marta, cuando oyó que Jesús venía, salió a encontrarle; pero María se quedó en casa. Y Marta dijo a Jesús: Señor, si hubieses estado aquí, mi hermano no habría muerto; mas también sé ahora que todo lo que pidas a Dios, Dios te dará. Jesús le dijo: Tu hermano resucitará. Marta le dijo: Yo sé que resucitará en la resurrección, en el día postrero. Le dijo Jesús: Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí no morirá jamás. ¿Crees esto? Le dijo: Sí, Señor; yo he creído que tú eres el Cristo, el Hijo de Dios, que has venido al mundo.

Y cuando hubo dicho esto, fue y llamó a su hermana María, diciéndole en secreto: El Maestro está aquí y te llama. Ella, cuando lo oyó, se levantó deprisa y fue a él. (Jesús aún no había entrado en la aldea, sino que estaba en el lugar donde Marta le había encontrado). Entonces los judíos que estaban en casa con ella y la consolaban, cuando vieron que María se había levantado deprisa y había salido, la siguieron, diciendo: Va al sepulcro a llorar allí. Y María, cuando llegó a donde estaba Jesús, al verle, se postró a sus pies, diciéndole: Señor, si hubieras estado aquí, no habría muerto mi hermano. Jesús entonces, cuando la vio llorando, y a los judíos que habían llegado con ella también llorando, se conmovió en espíritu, y se turbó, y dijo: ¿Dónde le pusisteis? Le dijeron: Señor, ven y ve y  lloró Jesús.

Dijeron entonces los judíos: Mirad cómo le amaba. Pero algunos de ellos dijeron: ¿No podía este, que abrió los ojos al ciego, haber hecho que Lázaro no muriera? Y Jesús, conmovido otra vez dentro de sí, fue al sepulcro. Era una cueva, la cual tenía una piedra puesta encima. Dijo Jesús: Quitad la piedra. Marta, la hermana del que había muerto, le dijo: Señor, hiede ya, pues lleva cuatro días. Jesús le dijo: ¿No te he dicho que si crees verás la gloria de Dios? Entonces quitaron la piedra de donde el muerto había sido puesto. Y Jesús, alzando los ojos a lo alto, dijo: Padre, gracias te doy porque me has oído. Yo sabía que siempre me oyes; pero lo dije por causa de la gente que está alrededor, para que crean que tú me has enviado.

Y habiendo dicho esto, llamó a gran voz: ¡Lázaro, ven fuera! Y el que había estado muerto salió, atadas las manos y los pies con vendas, y el rostro envuelto en un sudario. Jesús les dijo: Desatadle y dejadle ir. Entonces muchos de los judíos que habían venido a ver a María y habían visto lo que había hecho Jesús creyeron en él.

Palabra de Dios

“El pobre pueblo se muere de hambre y se condena”

Gannes-Folleville: 25 de enero de 1617, en el feudo de los Gondi, llaman a Vicente de Paúl al lecho de un moribundo. Vicente de Paúl lo confiesa y se da cuenta de que no se había atrevido a confesarse por vergüenza. Vicente descubre, como un latigazo en pleno rostro, el abandono pastoral en que vivían las pobres gentes del campo. Vicente interpreta este hecho como un «signo de los tiempos», a través del cual Dios le interpela fuertemente.

“¡Cómo! Ser cristiano y ver afligido a un hermano sin llorar con él, sin sentirse enfermo con él… Eso es no tener caridad; es ser cristiano en pintura; es carecer de humanidad; es ser peor que las bestias”.

La mirada de Vicente quedo fijada en la persona de los pobres. Su fe despertó y encontró en el pobre a Jesucristo.

REFLEXIÓN

La mirada  de Jesús salva,  da  la VIDA,…  La mirada de Vicente de Paúl descubre la pobreza material y espiritual de su tiempo.

¿Qué percibe nuestra mirada? ¿dónde queda fijada? Somos  Misioneros vicencianos  nuestra MISIÖN  es dar la vida al servicio de los más desvalidos, anunciarles la BUENA NOTICIA, multiplicar los panes y buscar incansablemente las causas de su hambre y de su sed.

¿Nos urge aliviarles, devolverles las posibilidades de una vida digna y  multiplicar  el alimento corporal y espiritual para tantos hermanos nuestros que padecen la muerte de la desigual y la injusticia?

 

ORACIÓN FINAL

Concédenos Señor, una mirada que sepa percibir el dolor humano, las esclavitudes y las muertes de tantos hermanos nuestros. Fortalece nuestra debilidad y danos tu  Vida para que no temamos la muerte y danos tu Espíritu, aliento de vida  para dar vida  y esperanza a nuestro mundo. Te lo pedimos que vives y reinas por los siglos de los siglos amén.

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