Hoy es domingo, 18 de febrero, quinto día de Cuaresma.
Hoy celebramos el primer Domingo de Cuaresma, en el que, desde el ejemplo ofrecido por Nuestro Señor Jesucristo, buscamos la conversión personal que nos prepare para la celebración de la gran fiesta de la Pascua.
El Evangelio de hoy nos introduce en el conocimiento del misterio de Cristo para caminar por las sendas del Señor con una conducta digna y santa. Estas sendas pasan por el desierto de la renuncia, del silencio, de la oración. Es el desierto del abandono en Dios, en el que no sólo de pan vivimos, sino de toda palabra que sale de su boca.
Evangelio del día: Mc 1,12-15
En aquel tiempo, el Espíritu empujó a Jesús al desierto, y permaneció en el desierto cuarenta días, siendo tentado por Satanás. Estaba entre los animales del campo y los ángeles le servían. Después que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: «El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva».
¡Palabra del Señor! ¡Gloria a Ti, Señor Jesús!
Enseñanzas de San Vicente de Paúl
Así pues, la regla dice que, para hacer esto, lo mismo que para tender a la perfección, hay que revestirse del espíritu de Jesucristo. ¡Oh Salvador! ¡Oh padre! ¡Qué negocio tan importante éste de revestirse del espíritu de Jesucristo! Quiere esto decir que, para perfeccionarnos y atender útilmente a los pueblos, y para servir bien a los eclesiásticos, hemos de esforzarnos en imitar la perfección de Jesucristo y procurar llegar a ella. Esto significa también que nosotros no podemos nada por nosotros mismos. Hemos de llenarnos y dejarnos animar de este espíritu de Jesucristo. Para entenderlo bien, hemos de saber que su espíritu está extendido por todos los cristianos que viven según las reglas del cristianismo; sus acciones y sus obras están penetradas del espíritu de Dios, de forma que Dios ha suscitado a la compañía, y lo veis muy bien, para hacer lo mismo. Ella siempre ha apreciado las máximas cristianas y ha deseado revestirse del espíritu del evangelio, para vivir y para obrar como vivió nuestro Señor y para hacer que su espíritu se muestre en toda la compañía y en cada uno de los misioneros, en todas sus obras en general y en cada una en particular.
SVP XI, 409/410
Para la reflexión personal
La misión del Espíritu Santo es la de guiarnos hacia la unión íntima con el Padre y el Hijo para que seamos uno en un mismo Espíritu; así nos lo recuerda el sacerdote cada domingo en la doxología final de la plegaria eucarística.
Y es el Espíritu quien “empujó” a Jesús al desierto “para ser probado en todo igual que nosotros, a excepción del pecado”; para ser ejemplo y modelo de enseñanza para el hombre. Jesús es referente de santidad, de perfección y por ello el hombre debe conocerlo y revestirse de su mismo espíritu, pues sólo así alcanzará una vida plena.
Pero el hombre no puede nada por sí mismo en su esfuerzo por imitar la perfección de Cristo y por ello debe dejarse llenar y dejarse animar por su Espíritu mediante la oración, el estudio de la Palabra y la acción caritativa hacia todo hermano necesitado. Parafraseando a San Vicente: ¡qué negocio tan importante el servir a los pobres desde las máximas evangélicas de la sencillez, humildad y caridad, pues el pago será un revestirnos de Cristo llegando a ser uno con Él y en Él!
Canción: Abre una grieta (Ixcís)
Oración final
Que el espíritu de Dios Padre nos abra cada día una grieta en nuestra alma dormida para que despierte y seamos empujados, no al desierto de las tentaciones sino, al encuentro con el hermano necesitado.
Amén.