Hoy es miércoles, 30 de marzo. Jesús nos comunica su unión con el Padre dando continuidad a la obra de la creación, que en Él se recrea y nos promete resurrección y vida eterna. Dios es Padre y desea que en su Hijo todos seamos partícipes de su comunión de amor. Ese es el gran misterio que la entrega de Jesús en la cruz pone de manifiesto al mundo, pero que Él, con toda su vida nos lo testimonia.
EVANGELIO DEL DÍA: Jn 5,17-30
«En aquel tiempo, Jesús dijo a los judíos: “Mi Padre sigue actuando, y yo también actúo”.
Por eso los judíos tenían más ganas de matarlo: porque no solo quebrantaba el sábado, sino también llamaba a Dios Padre suyo, haciéndose igual a Dios.
Jesús tomó la palabra y les dijo: “En verdad, en verdad os digo: el Hijo no puede hacer nada por su cuenta sino lo que viere hacer al Padre. Lo que hace éste, eso mismo hace también el Hijo, pues el Padre ama al Hijo y le muestra todo lo que él hace, y le mostrará obras mayores que esta, para vuestro asombro.
Lo mismo que el Padre resucita a los muertos y les da vida, así también el Hijo da vida a los que quiere.
Porque el Padre no juzga a nadie, sino que ha confiado al Hijo todo el juicio, para que todos honren al Hijo como honran al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que lo envió.
En verdad, en verdad os digo: quien escucha mi palabra y cree al que me envió posee la vida eterna y no incurre en juicio, sino que ha pasado ya de la muerte a la vida.
En verdad, en verdad os digo: llega la hora, y ya está aquí, en que los muertos oirán la voz del Hijo de Dios, y los que hayan oído vivirán.
Porque, igual que el Padre tiene vida en sí mismo, así ha dado también al Hijo tener vida en sí mismo. Y le ha dado potestad de juzgar, porque es el Hijo del hombre.
No os sorprenda esto, porque viene la hora en que los que están en el sepulcro oirán su voz: los que hayan hecho el bien saldrán a una resurrección de vida; los que hayan hecho el mal, a una resurrección de juicio.
Yo no puedo hacer nada por mí mismo; según le oigo, juzgo, y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió”».
¡Palabra del Señor!; ¡Gloria a Ti, Señor Jesús!
TEXTO VICENCIANO:
«Después de sentir la llamada de Dios, el miembro de MISEVI ha elegido con total libertad vivir en comunión con la Iglesia con autenticidad y compromiso; vivir como misionero Vicenciano con la opción preferencial de servir y estar al lado de los más pobres».
Discípulos en Misión. Art.6.
REFLEXIÓN PERSONAL:
El Hijo y el Padre. Jesús no utiliza la expresión usada por «los judíos» según la cual se hacía igual a Dios. Hubiera sido inapropiada. Pero todo lo que el Hijo es y hace brota del Padre. El Hijo ve todo cuanto el Padre hace, y, por tanto, puede hacer exactamente lo que el Padre ha hecho: «Yo también trabajo». El Padre sigue trabajando, pero el Hijo del Padre ha entrado en la historia humana y Jesús advierte que está ocurriendo algo nuevo: según hace el Padre, así hace el Hijo. La relación entre el Padre y el Hijo no es un círculo cerrado. Jesús introduce en este círculo a sus destinatarios para mostrarnos obras mayores.
El Hijo da vida y se le concede toda autoridad para juzgar: Antiguamente solamente el Dios de Israel podía resucitar a los muertos y darles la vida. Sólo el Señor del sábado es el dueño de la vida y la muerte, pero por la relación que existe entre el Padre y el Hijo esta actividad ha sido transferida al Hijo «a quien él quiere» al dar vida. Otra actividad relacionada con el sábado que se reservaba a Dios era juzgar. A causa de la relación entre el Padre y el Hijo, el Hijo da vida y a él se le ha entregado toda autoridad para juzgar.
Honrar al Padre y al Hijo. Se detiene la progresiva aclaración de lo que significa para el Hijo hacer todo lo que hace el Padre, al dirigirse Jesús a sus interlocutores con tono acusador. El proceso judicial, la persecución y el complot para matarle se encuentran tras la amenaza de Jesús. Israel dice que honra a Dios, el que da la vida y juzga, en el día de sábado, pero Jesús nos indica que el que no honra al Hijo, no honra al Padre que lo envió.
Viene la hora, y ya está aquí Jesús reemplaza «el Hijo» por la primera persona del singular: YO. Jesús es el Hijo, el que da vida y el que juzga. El que escucha la palabra de Jesús y cree en el Padre que envió a Jesús, el Hijo, ha pasado ya de la muerte a la vida. La vida puede lograrse ahora mediante la fe en la revelación de Dios en y mediante el Hijo de Dios. El paso de la muerte a la vida no es una promesa para el futuro, sino que acontece ahora: viene la hora, y ya está aquí.
CANCIÓN: Nada puedo por mí mismo (Jésed)
ORACIÓN FINAL:
Nada puedo por mí mismo, Señor,
si tú no actúas en mí,
Me das vida y me enseñas
a no juzgar a los demás,
como tú no me juzgas.
Que busque tu voluntad, no la mía,
como tú buscas la del Padre
para Vivir y resucitar
a una vida siempre nueva, sin guerras,
aquí y ahora, que no acabe jamás.
Amén.