Oración vigésimo sexto día de Cuaresma

Hoy es domingo 31 de marzo de la cuarta semana de Cuaresma; El mensaje de la historia que hoy vamos a relatar es una llamada a la conversión a entrar en nosotros mismos. A abandonar el pecado y a volver con confianza a los brazos de un padre que nos ama entrañablemente. Jesús enfrenta, con su enseñanza, la manera farisea de entender a Dios. La trama de la parábola se orienta a la conducta del padre bueno.

Lc 15, 1-3.11-32

En aquel tiempo, solían acercarse a Jesús todos los publicanos y los pecadores a escucharlo. Y los fariseos y los escribas murmuraban diciendo: «Ese acoge a los pecadores y come con ellos». Jesús les dijo esta parábola:

Un hombre tenía dos hijos; el menor de ellos dijo a su padre: «Padre, dame la parte que me toca de la fortuna”. El padre les repartió los bienes. No muchos días después, el hijo menor, juntando todo lo suyo, se marchó a un país lejano, y allí derrochó su fortuna viviendo perdidamente. Cuando lo había gastado todo, vino por aquella tierra un hambre terrible, y empezó él a pasar necesidad. Fue entonces y se contrató con uno de los ciudadanos de aquel país que lo mandó a sus campos a guardar cerdos. Deseaba saciarse de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba nada. Recapacitando entonces, se dijo: «Cuántos jornaleros de mi padre tienen abundancia de pan, mientras yo aquí me muero de hambre. Me levantaré, me pondré en camino adonde está mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo: trátame como a uno de tus jornaleros» Se levantó y vino a donde estaba su padre; cuando todavía estaba lejos, su padre lo vio y se le conmovieron las entrañas; y, echando a correr, se le echó al cuello y lo cubrió de besos. Su hijo le dijo: «Padre, he pecado contra el cielo y contra ti; ya no merezco llamarme hijo tuyo» Pero el padre dijo a sus criados: «Sacad en seguida la mejor túnica y vestídsela; ponedle un anillo en la mano y sandalias en los pies; traed el ternero cebado y sacrificadlo; comamos y celebremos un banquete, porque este hijo mío estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado.» Y empezaron a celebrar el banquete. Su hijo mayor estaba en el campo. Cuando al volver se acercaba a la casa, oyó la música y la danza, y llamando a uno de los criados, le preguntó qué era aquello. .Este le contestó: «Ha vuelto tu hermano; y tu padre ha sacrificado el ternero cebado, porque lo ha recobrado con salud». Él se indignó y no quería entrar; pero su padre salió e intentaba persuadirlo. Entonces él respondió a su padre: «Mira: en tantos años como te sirvo, sin desobedecer nunca una orden tuya, a mí nunca me has dado un cabrito para tener un banquete con mis amigos; en cambio, cuando ha venido ese hijo tuyo que se ha comido tus bienes con malas mujeres, le matas el ternero cebado.» El padre le dijo: «Hijo, tú estás siempre conmigo, y todo lo mío es tuyo; pero era preciso celebrar un banquete y alegrarse, porque este hermano tuyo estaba muerto y ha revivido; estaba perdido, y lo hemos encontrado».

Palabra de Dios

TEXTO VICENCIANO

Lo amo tanto (…) Dios mío ten piedad de mí: “¿Y por qué iba a desconfiar de él (Dios)? ¡Lo amo tanto! […] Dios mío, Dios mío, ten piedad de mí”. (Federico Ozanam, en sus últimas palabras al confesor, 8 de septiembre de 1853, Natividad de la Virgen, Marsella).

REFLEXIÓN PERSONAL

En la parábola de hoy Jesús nos revela de modo singular el rostro amoroso y misericordioso del Padre. Nos comunica de forma muy sencilla y cercana un mensaje fundamental: Dios es Padre y nos ama tanto que nos busca y nos perdona cualquier cosa siempre y cuando estemos dispuestos a volver a Él. Su amor y su misericordia no conocen límites. El único límite se lo podemos poner nosotros, si es que nos negamos a recibirlo. Pero si no, abandonarse a Él como Federico Ozanam, ya grave en Marsella, le lleva a afrontar su inminente fin desde una Confianza fundada en el Amor, que llevó su densa vida a consagrarla al servicio de Dios y los hombres

Contemplar esta Palabra de Dios, y esta Vida de Federico que la supo hacer suya, nos lleva a exclamar después con el salmo 103 (102): “Bendice alma mía al Señor”.

CANCIÓN

“Cada mañana” (Ruah)

ORACIÓN FINAL

Señor permítenos enderezar nuestras vidas;
Que fructifiquen abundantemente.
Que actuemos con desprendimiento,
Compartiendo todo cuanto tenemos,
Con aquellos que nos lo piden….
Si Tú lo quieres, si Tú lo pides, si Tú lo necesitas,
Aquí lo tienes Señor

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