Oración trigésimo día de Cuaresma

Hoy es jueves 30 de marzo de dos mil diecisiete, jueves de 4º de Cuaresma. Hoy Jesús nos presenta el valor del saber callar, del silencio necesario para escuchar la Voz del Padre, y obedecer, cumplir con Amor –a él y al prójimo- su Voluntad, aceptar la Misión que nos encomiende, como Él también lo hizo: ésta es la esencia de cualquier vocación Cristiana, el inicio de toda misión evangelizadora.

Jn 5,31-33.36-47

Si yo diera testimonio en mi favor, mi testimonio no sería válido. Otro atestigua a mi favor, y yo sé que su testimonio a mi favor es fidedigno. Vosotros enviasteis una delegación a Juan y él dio testimonio de la verdad. […]

Yo tengo un testimonio más valioso que el de Juan: las obras que mi Padre me encargó hacer y que yo hago atestiguan de mí que el Padre me ha enviado. También el Padre que me envió da testimonio de mí. Su voz nunca la habéis oído, su figura no la habéis visto, y su palabra no la conserváis en vosotros, porque al que él envió no le creéis. Estudiáis la Escritura pensando que encierra vida eterna, pues ella da testimonio de mí; pero vosotros no queréis acudir a mí para tener vida. Yo no recibo honores de los hombres; pero de vosotros me consta que no poseéis el amor de Dios. Yo he venido en nombre de mi Padre, y no me recibís; si otro viniera en nombre propio, lo recibiríais. ¿Cómo podéis creer si, recibiendo honores mutuos, no buscáis el honor que sólo viene de Dios? No penséis que seré yo quien os acuse ante el Padre; os acusará Moisés, en quien confiáis. Porque si creyerais a Moisés, me creeríais también a mí, pues él escribió acerca de mí. Y si no creéis lo que él escribió, ¿cómo vais a creer mis palabras?

Palabra de Dios

¿Qué es lo que mantiene y constituye la Unión entre el Padre y el Hijo? Que lo que el Padre quiere, lo quiere también el Hijo; y son tan conformes que jamás el Hijo quiere lo que no quiere el Padre; esto une perfectamente a estas dos Divinas Personas, que producen la Tercera, que es el Espíritu Santo. Y esto es lo que constituye el Paraíso. No habría Paraíso sin esta Divina Unión. Pero, si no hubiera unión en la Trinidad, ¿qué tendría ésta digno de Amor? ¿Y qué es lo que hace esta Unión? La Santa Aceptación del Hijo de los deseos de su Padre es lo que constituye esta Unión; y el Amor recíproco que hay entre el Padre y el Hijo produce al Espíritu santo, que es igual al Padre y al Hijo. Y como las Tres Personas de la Santísima Trinidad son iguales en todas las cosas, es fácil establecer su Unión”. S.V.P. IX, 956

Saber callar es una escuela de vida por la que pasar. Se aprende mucho. La sabiduría popular consagró esta actitud en la expresión “Ver, Oir y Callar”. Pero saber callar es muy diferente a no tener pensamiento propio, o no tener nada que decir; no se trata de “comulgar con ruedas de molino”, ni pasar todo por alto: Saber callar es saber ser prudente y aprender la complicada trama de las relaciones humanas.
Saber obedecer es más complejo; nos hacemos grandes de verdad callando y obedeciendo en, desde y por el Amor a Dios, y a Él en l@s herman@s… La densidad de lo que se dice desde el silencio se convierte en aplastante y la obediencia ejercida así, se transforma en testimonio; callando se aprende a decir mucho en poco. Callando se aprenden las lecciones que después aleccionan a los que escuchan…

La actitud de Jesús en el momento de su entrega total –interrogado por Pilato, en su Juicio Sumarísimo- fue Callar y Obedecer.

La Unión de su Voluntad en la Obediencia fiel, a la Voluntad del Padre, se constituyen en Testimonio del Plan de Salvación que Dios quiere para el hombre; eso lo descubre Vicente de Paúl, y es lo que pide a sus misioneros que imiten de Jesús: el silencio para escuchar y obedecer activamente a Dios, que nos llama a servirle cooperando en su plan Salvador desde la Caridad, junto a los pobres.

 

ORACIÓN FINAL

Tú bien sabes, Señor, que me distraigo con otros dioses.
Que me agita el poder, el prestigio o el tener de todo en todo momento.
Ayúdame a no adorar becerros de oro Y que sea sólo a Ti a quien ame y siga.
No me dejes de tu mano nunca, Dios mío.
Tú ves, Señor, que te buscamos desesperadamente
Y nos equivocamos al seguirte, distraídos con otros dioses.
No permitas que entreguemos nuestra libertad a nadie,
Que sólo seas Tú el Dueño de nuestra vida,
El Señor de nuestros días y de nuestro horario,
El Compañero fiel de cada momento,
Para que todo lo que nos ocurra, nos suceda contigo.
Ayúdanos a reequilibrar nuestros valores,
a renunciar a lo que nos aleja de Ti,
Que es lo que nos aparta de lo mejor de cada uno,
y mantennos fieles a tu Mensaje.
Haznos personas constructoras de Vida, dinamizadores del entorno,
Generadores de cercanía y ternura, facilitadores de la relación humana
Y de la comunidad fraterna de tus hijos.
Llévanos siempre de tu mano, Señor.

 

Entrada anterior
Oración vigésimo noveno día de Cuaresma
Entrada siguiente
Oración trigésimo primer día de Cuaresma
Menú