Oración noveno día de Cuaresma

Hoy es Jueves 9 de Marzo, primero de Cuaresma. Hoy Cristo nos interpela sobre la autenticidad de nuestras plegarias; ¿hacemos que nuestra oración se convierta en palabra viva, en esperanza y densidad humana?, ¿caemos en la cuenta de que somos frágiles y necesitamos de Dios, de solicitarle desde el abandono en la Providencia?, ¿traemos a nuestra súplica a los sufrientes y empobrecidos?… Pongamos atención al evangelio y sintámonos habitados por Dios disfrutando de su Presencia en nosotros y en nuestra oración

Mt 7, 7-12

Pedid y os darán, buscad y encontraréis, llamad y os abrirán, pues quien pide recibe, quien busca encuentra, a quien llama se le abre. ¿Quién de vosotros, si su hijo le pide pan, le da una piedra? ¿O si le pide pescado, le da una culebra? Pues si vosotros, con lo malos que sois, sabéis dar cosas buenas a vuestros hijos, ¡cuánto más dará vuestro Padre del cielo cosas buenas a los que se las pidan! Tratad a los demás como queréis que os traten a vosotros. En esto consiste la ley y los profetas.

La oración rejuvenece el alma… Allí es donde nuestra alma, debilitada por las malas costumbres, se torna vigorosa; allí es donde recobra la vista después de haber caído en la ceguera; sus oídos, anteriormente sordos a la Voz de Dios, se abren a las buenas inspiraciones, y su corazón recibe una nueva fuerza y se siente animado de un entusiasmo que aun no había sentido. S.V.P., IX, 382-383

La oración verdadera es aquella que es experiencia hecha palabra de los sentimientos que la persona palpa en su ser más profundo, descubriendo que su Dios le ha dado el derecho no ya de mendigar una limosna, sino de exigir esa felicidad que Él, por un Misterio de Amor, le ha prometido gratuitamente, pidiéndole únicamente que la acepte.

Jesús despierta la confianza en esta oración auténtica: pedir a Dios buscando cómo llamar a su Corazón. Así el Padre dará el regalo del Espíritu Santo a quien lo pide.

No se trata de la cantidad de peticiones que hacemos, sino de la confianza en Dios: podemos pedir mucho, pero no lo que verdaderamente necesitamos. Dios concede aquellas gracias que necesitamos y que nos llevarán a ser felices: depende de nosotros aceptarlas confiados en Su Gracia. Como Padre amoroso nunca nos dará algo dañino, sino medios para acercarnos a Él y hacernos felices, como San Vicente afirmaba rejuveneciéndonos, vigorizándonos, entusiasmándonos para entregarnos a Él en los demás; como defiende Francisco, fomentando la oración que pida una Iglesia Renovada echadora de redes para pescar, enviada a la Misión, confiada en esa promesa del Espíritu a quienes lo pidan insistentemente; hay que pedirle también la fe para que no nos arrebaten el poder tratar a los demás igual que querríamos ser tratados, Amándolos, especialmente a sus predilectos, los Empobrecidos.


ORACIÓN FINAL

Escucha Dios mío, las quejas de tus hijos:

Oye el clamor de mis hermanos que sufren;

El de los que están parados y aburridos,

El de los que sufren el SIDA y no se curan,

El de las que usadas, no han sido nunca amadas,

El de los explotados y, siempre, mal pagados,

El de los enfermos, cansados y deprimidos,

El de los que no tienen comida, porque otros nos hartamos,

El de los desencantados, porque no les ilusionamos,

El de los tristes y solos, que no acompañamos,

El de los criticones y mordaces, llenos de amarguras,

El de los estresados en busca de poder,

El de los que no tienen tiempo para disfrutar de los suyos,

El de los desesperados porque se rompió su pareja,

El de los que no encuentran su equilibrio sexual,

El de los que hablan de tus cosas aburriendo,

El de los que quieren evolucionar y no les dejan,

…Y el de tantos que, buscándote o no, te necesitan.

Escúchales, Señor.

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